lunes, 1 de diciembre de 2008

Una mañana naranja

(Del libro inédito "Lucideces")

Una mañana naranja
me acurruqué en la arena
por un humor desvalido
o ensoñamiento de niño.

Mi cuerpo se aferró fetalmente
a las faldas de una duna
mi cabeza a ras de la arena
se apoyó en mi mano
que sonaba a fluído.

Mis párpados filtraron el sol mañanero,
mis dedos jugaron al reloj con la arena
de cuarzo y granito molido
por reflujos de olas del tiempo.

En otra dimensión,
de alguna playa secreta
no sé qué animas y meteoros
y espirales dorados y estrellas enanas
cosquillaron el alma a mis ojos.

Allí supe que un viaje astral
se hace quieto en las dunas
y fetalmente se siente
la presencia
de un Dios desconocido.

domingo, 3 de agosto de 2008

El Club

El Club

(De recuerdos de un bricoleur)

Bravo, vengan dados y buen vino,
que ya no importa el mañana.
Vivir,
“¡Vive mierda!, grita la muerte,
vive que pronto he de venir”
(Del poema “Copas”, Virgilio)

Fundamos el club con el “Cabezón”, el Walter Buzman, el Flaco Cheverri, Jean Louis y yo, exactamente un dieciocho de septiembre, celebrando las fiestas patrias.

Para ese dieciocho, la primera embajada post dictadura puso recursos, arrendó un lugar en la periferia parisina, en Savigny Le Temple. Un Chateaux con amplios jardines, donde la comunidad chilena instaló stands, fondas, escenarios, cada cual con su cuento. Las tribus del PC, PS, MIR y el poderoso clan del Club de fútbol Salvador Allende competían en chilenismo. Este último fue la única organización multipartidista que registro en París. Por lo demás fueron campeones de fútbol de alguna división. Le ganaron nada menos que a los argelinos. Tenían un poder logístico tal, que se permitieron de exportar al bolerista Lucho Barrios directo desde el Cuzco. Me cachetonéo que colaboré para que el maestro del bolero triunfara en el Olimpia, en fin, nuestro lobby chilensis tenía sus movidas.

Se produjo una “toma de terreno” en el Chateaux de Savigny Le Temple y sus jardines. Olvidamos por unas horas que habitábamos en Francia.

Con el Cabezón transitamos de lo más enfiestados, chispiados, emocionados con tanta chilenidad, cuando encontramos unos conocidos: el Walter, el flaco Cheverri y el Jean Luis. Copeteaban y jugaban cacho en una mesa con mantel floreado. Tan concentrados estaban en los dados, que los saludos fueron de reojo. Inmediatamente admiramos esta sana costumbre muy de Club Radical. No sé si alguien ha recuperado los antecedentes de que todos los gobiernos radicales de Chile, en el siglo pasado, ganaron las elecciones gracias a sus clubes sociales, donde se practicaba el cacho.

Este juego de dados lo sentimos como una identidad. Por eso fundamos el “Club de Cacheros”.
El cubilete de cuero se llama cacho pues antes se jugó en vasos artesaneados en cachos de vacunos.

Designamos como sede el restaurante “La Caleta”, en la rue Oberkamf. Los fundadores aprobamos reunirnos los primeros lunes de cada mes.

Tuvimos éxito convocatorio desde la primera sesión.

De los fundadores no recuerdo quien aportó que, pero ya en la primera reunión teníamos cocinadas las reglas del ahora famoso e histórico Club.

Antes tendría que explicar que es inexacto lo de cacheros, pues no jugábamos Cacho, juego de dados que es una suerte de poker. En realidad jugamos Dudo. El Dudo aún no averigüé su origen.

En los dados el uno es AS, evidentemente. Tonto es el dos, tren es tres, cuarta es cuatro, quinas es cinco, sexto: seis.

Debe existir una razón matemática para jugar Cacho y Dudo con cinco dados por cubilete. En el Dudo se parte tirando un solo dado. Quien saque el dado mayor empieza el juego. Luego los jugadores lanzan simultáneamente sus 5 dados y cada jugador ve su juego, invisible para los otros. Supongamos que juegan 5 jugadores, entonces hay 25 dados en juego, es decir 25 sextos, 25 quinas, 25 cuartas etc., en juego. Además, los ases son comodines, remplazan cualquier número de 2 a 6.

Supongamos que yo parta y canto 6 quinas (cincos). El jugador de mi izquierda (acaban de imponer, en el Club de Cacheros que funciona en el Club de ex Deportistas, de la Calle San Camilo, Santiago (RM), que el juego, funciona a la inversa de un reloj) En fín, da lo mismo para que lado de juega, el juego es que a quien le toca, está obligado a montar, dudar o calzar. No es relevante en este cuento saber exactamente como se juega Dudo. Pero es una información útil para entender el lema del Club de Cacheros:

“Dudo, luego monto y calzo”

El Club acordó desde un comienzo, que la Presidencia es del mejor jugador. El primer Presidente, fue este pecho. Les saqué la cresta a todos los participantes en un juego fundador. En ese juego histórico, atiné con dos calces, con más de cuarenta dados en juego. Era una excepcional partida con nueve jugadores. No es conveniente jugar tantos, pues es una partida muy demorosa. Con tres jugadores mínimo y cinco máximo es el juego ideal.

Los Cacheros tuvimos un éxito inusitado, para felicidad de los administradores del restaurante “La Caleta” en la rue Oberkanf. Ciertos primeros lunes del mes hubo hasta 20 cacheros que jugamos en cuatro mesas simultáneamente, en donde los cuatro ganadores eran los Master de la noche, peligrosos aspirantes a la Presidencia.

Pusimos reglas simples:

Prohibidas las mujeres y extranjeros.

Todo nuevo cachero debe ser presentado por un miembro “histórico”.

Solo se es aceptado por unanimidad.

Cada uno “mata su chancho”, es decir, cada cual paga su consumo.

Todo juego dudoso o incertidumbre numérica, es arbitrada por el Presidente.

Sentí el power , cortando el queso en estos diferendos.

El Secretario anotaba la bitácora del Club, asistentes, ganadores, Masters de la noche, etc. El Tesorero se encargaba de sacar cuentas del consumo y cobrar a cacheros ebrios. Él mismo podía estar muy curado, pero era (es) seco para los números.

Siempre o casi siempre, teníamos algún entusiasta apasionado que apostaba botellas de vino (shileno, evidentemente), apuestas que valían “callampa” pues, hasta el día de hoy, no se ha logrado especificar si pagaba el perdedor o ganador. Los de “La Caleta” nos apaleaban en los vinos, pues solo bebíamos vino chileno, obviamente mejor que los mostos franchutes.

La prohibición de que jugaran mujeres nos significó más de un conflicto, considerando que casi todos los miembros del Club eran casados o convivientes.

Al Peláo, miembro que habitaba en Semlis, a 100 kilómetros de París, su mujer no le creyó esto del Club y llegó un día disfrazada con peluca rubia, para constatar que su Peláo estaba efectivamente jugando cacho con sus amigos. Nos armó un escándalo jevi pues no la dejamos jugar. Fue ella que nos salió al paso con varias feministas cacheras que nos retaron a duelo y provocaron una elección revisionista de nuestras reglas. Personalmente, con mi influencia y power cachero, y mi no menor prestigio como Presidente, presenté la moción de que se aceptaran damas. Perdí por un voto. El “Cabezón” me traicionó. Se picó porque se dio cuenta que yo tenía como objetivo a una posible cachera. Alarma de cacha le llaman ahora. Los cacheros casados son muy celosos.

El Club tomó vuelo porque los casados se liberaban de sus iñoras y chiquillos por un rato y también era una alternativa más entretenida que las latosas reuniones partidistas. De todas maneras, los Cacheros trascendíamos peleas ideológicas.

Una vez el Walter tuvo el desliz de presentar como candidato a miembro, al nuevo embajador de Chile en Francia. Evidentemente, él minoría R. A., del P.C., se opuso. Sin mediar debate, el embajador fue rechazado. En el Club de Cacheros la minoría tenía (tiene) un poder no menor. (Como el estado de Israel. Son algunos rabinos culiáos que cambian la balanza para la izquierda o la derecha)

Otra vez, fue aceptado un Agregado Cultural que posteriormente escribió un bodrio intitulado By by París, en donde habla de los cacheros. Este tipo fue expulsado del Club, no sé el motivo. Me lo contó un tercer hocico. No me consta. Me dio lata chequear esta información.

Tenía que pasar. El Guatón Cheverri, me levantó la Presidencia. Ya conté que por regla fundamental, la Presidencia está siempre en juego. Me ganó con dos calces al hilo, con más dados en juego. Quizás era previsible que un ingeniero informático le ganara a un poeta. Pero tampoco a él le duró mucho. Siempre habría (habrá) alguien que calce con más dados en juego. De hecho, el actual presidente de los cacheros de Paris, calzó dos veces al hilo con más de sesenta dados en juego. Eso cuenta él y sus acólitos. No me consta. Le creo, por principio, de optimista, propositivo. Debe haber sido un juego de 13 cacheros, ¡demasié!

En todo caso la Presidencia del guatón Cheverri, le dio un giro más práctico al Club. Cierto lunes hizo una consulta a nuestra inteligencia colectiva. Utilizó su power, para solucionar un petit lobby familiar o de partido: un “pastelito”, un allegado impajaritable, un cabro con visa de turista por tres meses, evidentemente sin billete le había llegado por rebote. El flaco Cheverri nos consultó ¿Qué hago?. Era nuestro Presidente, por tanto ante semejante consulta los Cacheros nos sentimos sus asesores.

Que más placer para los cacheros que ser consultores, de una cosilla íntima. Por cierto interrumpimos el juego y nos pusimos a pensar. Nos sentimos en un reality Show. Este trabajo mental en equipo, evidentemente dio sed. El flaco Cheverri financió unas botellas para la inspiración.

Nuestra red con las autoridades socialistas francesas ya no servían para otro refugiado. El allegado no era perseguido político ni mucho menos. Ya teníamos un Gobierno democrático y por las nuevas leyes francesas, no era ninguna gracia estar ilegal. Nos informó nuestro Presidente que su allegado simplemente había soñado, desde que se pajeó con una foto de la Bardot, lograrlo con una mina francesa.

Le pedimos un breaf a nuestro Presidente, detalles sobre su allegado. Que hacía, edad, cuando llegó, planes, etc.

Sintetizo, llegamos después de un amplio y completísimo análisis, a la conclusión de: si al “Quelo”, - por Rogelio -, que así se llamaba el allegado tardío, le encantaba la salsa, la bailaba regio y le decían “El Huaso Travolta”, entonces el “Quelo” tenía una fortaleza tremenda.

Rogelio tenía que casarse para tener papeles. Aconsejamos que fuera a una salsoteca a pincharse una señorita francesa. Según varios cachetones, estas iban a cazar sudacas.

El escenario y Plan de Los Cacheros, no me creerán, fue un éxito. El “Quelo” fue a salsear donde le dijimos, se sirvió bien servida a una señorita que no era francesa sino alemana, que no es lo mismo pero es igual, y nuestro Rogelio logró, gracias a nuestra inteligente asesoría, tener pasaporte Europeo. La alemana chapurreaba español, quería un sudaca caliente y listo. Lo exportaron a Alemania.

Después del caso Quelo, el Club desgeneró en consultorio sentimental, con varios casos de miembros en ruptura con sus iñoras. Explico que entonces dividíamos a las féminas en señoritas, señoras e iñoras.

El Cabezón volvió a Chile con el rango de Secretario Perpetuo del Club. Yo había retornado un poco antes. Me informó que como miembro Fundador, yo tenía el rango de Presidente Peremne.

Con el Cabezón ahora somos culpables de la filial santiaguina, que tuvo una aceptación insospechada. Le rogué al Cabezón que me informara de todo lo acontecido en el Club después de mi partida de París. Entre otras anécdotas sabrosas me rindió cuenta de que un miembro connotado del Club, el Culises, quién fue record de estadía en prisiones políticas, auspició la entrada a Los Cacheros de alguien imparable. Nuestro héroe nacional, muy pichulero él, presentó a un simpático travesti. Físicamente un tantito rechoncha pero con innegable carisma. No estaba contra las reglas esta candidatura, pues la loca desatada no era mujer mujer y aunque hablaba como señora uruguaya, mostró un documento ONU timbrado con la palabrota apátrida. Por lo tanto, no era tampoco extranjero, era alguien de ninguna parte. Ponia se llamaba y logró muy luego espantar recelos machistas. Por lo demás, el sarcástico héroe nacional demostró que dos de nuestras reglas tenían rendija, la prohibición de admitir mujeres y a extranjeros.

El Ponia ganó todas las manos y casi friega al Presidente con tres calces al hilo. Además pagó el vino, guitarreó y cantó boleros como una diosa. Sé que después fue protagonista de una película, un corto o medio metraje que grabó Pulises, fascinado con ella. Por suerte para los cacheros, no reivindicó ser Presidente (a) del Club, que se lo merecía, pues era (es) capo (a) para calzar.

A posteriori, a nadie del Club de Cacheros, ahora ya internacional, con sedes en Paris, Uppsala, Santiago y Talca, se le ha ocurrido proponer la prohibición de membresía a los homosexuales. Claro que ha ningún miembro se le ha vuelto a pasar por la testa, apadrinar a algún otro otra.

miércoles, 25 de junio de 2008

El diván

El Diván

(De “Recuerdos de un bricoleur”*)

Jean Francois, Brigitte, Claire y Cristine, estudiantes a punto de egresar de L´Ecole Normal Superior de Ulm, comparten un amplio departamento en la calle Michel Chasles del Quartier Bastilla, barrio parisino emergente pues fue puesto a la moda por la instalación de intelectuales y artistas.

Me ceden una chambre de bonne, pieza destinada para el servicio, que los edificios burgueses del siglo 19 suelen tener en el último piso. Esas son las famosas buhardillas, habitáculo obligado de gente pobre o romántica, muchas aún con inodoros y duchas comunes para varios cuartos en el pasillo.

Mi ventana, tragaluz en ángulo, es un instrumento de percusión con el granizo de invierno y el pasaje hacia el cielo, o para asoleadas en bolas en verano. Da hacia un vértice del techo de hojalata, parada de una familia de cuervos, pajarracos que ganaron ese territorio a las palomas, aves que detesto.

Tengo una perspectiva otoñal de los techos.

En estas buhardillas han habitado casi todos los estudiantes y artistas extranjeros que han pasado por París el último siglo.

No sé, siempre tuve la impresión que en ciertos edificios y barrios de París no hay transcurso del tiempo.

A mis protectores les vino de perillas un bricoleur, además chileno. El golpe de estado en Chile fue un escándalo mundial, especialmente en Europa. La inteligencia políticamente correcta europea, ex sesentaiochianos, muchos ya en el poder, buscaban contacto con chilenos para, en su último romanticismo, apoyar la oposición anti-dictatorial.

Supieron que yo dirigía una revista político-cultural del exilio e inmediatamente me acogieron bajo su alero. Cristine, la historiadora, a propósito de mis “teorías”, sacó la conclusión de que los latinoamericanos estábamos en plena invención de nuestras identidades, como los judíos diaspóricos pos guerra. Ella, preciosa, logró que yo estudiara el Sionismo.

Ala comunidad franchuta les fabriqué bibliotecas para centenas de libros. Me recomendaban a sus relaciones para trabajos de pintura y carpintería. Fui el "maestro chasquilla" del movimiento "Change" y "Tel Quel", "chivas" de vanguardia parisina más o menos antagónicas. De hecho, no sé cual de los dos movimientos me utilizó para rendirle homenaje a Severo Sarduy, yegua barroca que yo encontré sumamente loca. En fin, yo también era un protegido exótico invitado a sus tertulias. Les cociné algunos pasteles de choclo. Les divertía mi horrible acento y se sorprendían de mi admiración por Walter Benjamín. Me pusieron a prueba o tal vez quisieron que yo fuera como ellos: me encargaron un artículo sobre el concepto de aura de Walter Benjamín, sobre el que yo hacía averiguaciones. Me declaré incompetente.

Mis nuevos amigos, pelaban a los movimientos parisinos que les dije, el Change (cambio) y el Tel Quel (Tal Cual). Descueraban a "concho" a Phillipe Sollers. Brigitte se preocupaba de alfabetizarse en las Ciencias Sociales. A sus reuniones, sumamente gastronómicas, llegaban personajes ahora casi todos famosos en la memoria de los intelos 70-80. Cotilleaban de Roland Barthes, Julia Kristeva, Michel Foucault, Derrida, etcétera. Tal como los posteriores potomodernos comentan los reality shows.

Brigitte intentaba explicarme a Deleuse y Guattari. El “Anti-Edipo” de estos señores y su análisis de Kafka me marcaron más anarco.

Sin paciencia y cero rigor teórico, saqué cuentas de un movimiento endogámico. Todos se citan entre ellos. Para agarrar algo, tenía primero que pescar a Saussure, a Jakobson, vacilarme la lingüística rusa y al menos Freud que, como mi padre psiquiatra lo detestaba, a mi me interesó. A Sigmund lo leí con tanto placer como a Barthes y al poético Lévi-Strauss. Este último señor, con su “Pensamiento Salvaje”, me instaló el temor de que la poesía no fuera como un bricolage ad infinitum, un montaje eterno, un producto-collage siempre provisorio, sin innovación, pues aparece siempre la pre-existencia de las partes viejas. Por estas orillas, le tomé bronca al concepto de intertexto de la Kristeva. “Kristeva, Kristeva, me tenís hasta las huevas” fue una resentida frase mía, que alguien catalogó como un “artefacto”. Considero los “artefactos” como idiotez poética.

Terminé más pegado a la Escuela de Frankfur, a su historia, más que a sus pensamientos. Me fascinó la anécdota del padre de uno de ellos, millonario por negocios de granos en Argentina, que financió la Escuela. Sudamérica mantuvo a pensadores mundiales, pensé...Guauu...

Emergían “los Nuevos Filósofos”. Políticamente incorrectos. Uno de ellos. un tal Lévi, el primer filósofo farandulero, enmierda a los sesentayochianos al opinar que Pinochet era bomba. Lévi fue humillado por un anarco-situacionista, con un sorpresivo ataque público: lo embadurnó con una tarta a la creme en pleno hocico. Este terrorista a la creme también atacó al héroe de mis amigos normalianos: nada menos que al cineasta Godard, de quién sólo me gustó la muerte callejera de Jean Paul Belmondo en “Sin aliento”.

Un día Jean Francois, el niño mimado de la comunidad de mis intelectuales protectores de la rue Michel Chasles, me comunicó que un “Psi”, -así decían por psicólogo, psicoanalista, psiquiatra- un “Psi” maestro de todos ellos, necesitaba de mis servicios de bricoleur. Mi manualidad me sostenía. Fui con mis herramientas al tiro.

Me apersoné en 5, rue de Lille, a un típico edificio burgués del siglo XIX. Abre la puerta un señor canoso con anteojos, un tanto acartonado. Saluda más bien a mi caja de herramientas que a mi. No recuerdo muchos detalles de su lugar. Quizás no me importaron o ya estaba habituado al entorno de intelectuales parisinos.

Con mi instinto ya entrenado catalogué a este señor como un obsesivo anal, digamos cliente pesado, por el orden comme il faut, ultra meticuloso de su entorno, de su biblioteca, muebles y objetos.

Me salió con un encargo de bricolage, digámoslo suavemente, chiflado. Me pidió que le aserrara un par de milímetros a una pata de un diván. Me dijo que necesitaba ese mueble con un petit defaut, traduzcamos cojera. Era el diván que utilizaban usualmente sus pacientes.

Algo me explicó: no quería de ningún modo una perfección burguesa en su exocuerpo cósico, es decir, sus muebles eran extensiones de él mismo, más que de sus usuarios cotidianos, atribulados pacientes de su consulta. Mi cliente quería que los cuerpos, los culos, los “uno mismos” de sus atribulados pacientes, no sintieran una estabilidad inmediata en su soporte. Quería que los usuarios(as) de ese diván, sintieran la cojera, sintieran una imperfección. Según él, sus pacientes soltarían más sus rollos y “nudos” al sentarse, al ocupar este mueble cojo, insoportablemente cojo, como la mayoría de los muebles de bistrots, de restaurantes, o de los muebles antiguos, me explicó?

Evidentemente él, fue indiferente a mi perplejidad idiota. Ejecuté lo que me pedía. Fue complicado intervenir el sofá pues era bastante pesado. Tuve que voltear lo, con la ayuda de mi mismísimo cliente para lograr aserrar delicadamente una pata del diván. Procedí con un serrucho de costilla, fino, esos utilizados por los enmarcadores. Mi cliente me seguía cada gesto.

Fue el primer parisino que no me preguntó de la situación chilena. Puntos a su favor.

Cuando terminé este trabajo absurdo limpié las briznas de aserrín y guardé en mi caja los restos de la pata del diván, para no ensuciar su papelero sin papeles. La pata, posiblemente por la calidad y dureza de la madera que no pude identificar, me dejó una lonja rectangular casi cuadrada, muy fina, negra de cera cochina del encerado del piso por una cara y corte de veta maderístico limpio por la otra cara.

Todo el operativo de imperfeccionar este mueble duraría una media hora. Saqué cuentas: su interés personal en mi obra me puso nervioso, más dos telefonazos- noté su demora en atender a propósito, - más, mi ida a mear al baño.

No tenía idea de cuanto cobrarle por semejante trabajo. Calculé unos pesos por desplazamiento y una hora mínima de trabajo “al negro” (sin impuestos).

Algo me comentó de la fascinación que le producían las herramientas, especialmente las de carpintería antiguas. Me pagó, se despidió con mano y todo. Me dirigí al Metro un poco frustrado por mi precaria ganancia.

Volví al departamento de mis protectores en la rue Michel Chasles, apostando que habría alguien. Preví dejar mis herramientas allí pues tenía pendiente una biblioteca que estaba armando en la pieza de Claire. Ella: un tanto rechoncha, con anteojos onda John Lennon. Ya lo lograba como crítica de cine en Le Monde. Me dedicó un libro de su autoría sobre Joris Ivens, documentalista. De este señor solo vi algo sobre los chinos de Mao y su documental de Valparaíso.

Me abrió Jean Francois, con un recipiente omeletero en la mano. No todos saben que no se puede dejar de batir los huevos para que la omelette resulte perfecta. Mi comunidad de normalianos tenía fijación con las omelettes, fáciles y rápidas de hacer. Jean Francois continuó batiendo los huevos dirigiéndose a la cocina. La omelette, según mitología francesa, fue inventada en Francia, cuando le improvisaron algo de comer a no sé cual rey que llegó sin aviso.

Al territorio de Claire me dirigí para a dejar la caja de herramientas. Tremendamente desordenada la Claire. Sus papeles, libros, diarios, revistas, ropas por los suelos, me ponían en situación de voyeur, de sapo, de mirón. Al menos ella tuvo la gentileza de chutear todas sus pertenencias alrededor de su cama, siempre deshecha. Un mero colchón en el suelo con sábanas verde loro y un par de ponchos étnicos.

Gentilmente Claire me había dejado limpio de cachuréos el territorio donde yo carpintereaba su biblioteca sur commande.

Jean Francois me llama de la cocina sin dejar de batir huevos. Pregunta curioso que necesitaba reparar su maestro. De repente, lo nomina: su maestro “psi”, psicólogo, psiquiatra, psicoanalista, es un fulano llamado Lacan. Allí caí en cuenta que mi chiflado cliente de la mañana era un señor importante. Brigitte ya había tratado que le hincara el diente a sus “Escritos”. Confieso que no lo logré, o digerí el libro a medias, aún considerando mi curiosidad de adicto rompecabezista.

Cuando le cuento el trabajito que le hice al “Psi”, Jean Francois se olvidó de su omelette. Muy excitado me interroga a quemarropa tratando de sacarme hasta el último detalle de lo que me dijo Lacan. Anotó todo. Le seguí la cuerda. Por una vez no puse de mi cosecha. Aunque mi memoria inmediata o a corto plazo es más bien frágil, supongo que entonces fui un informante relativamente exacto. Jean Francois se murió de la risa anotando, sin sospechar mi frustración por la precaria ganancia de ese día.

Lenguajié esa anécdota a mucha gente, era como un chiste. Después salió publicado por allí, como uno de los tantos excentrismos de Lacan.

A posteriori, me vino una curiosidad. Quise concurrir a uno de sus célebres Seminarios.

Solo llegando mucho antes logré, a codazo limpio instalarme en la doceava fila de una suerte de aula magna. Las primeras filas estaban absolutamente tomadas por una mafia acólita lacaniana. Su hija Sybille, su cuñado, los amigotes del cuñado, etc. Este tráfico de influencias me lo había advertido Jean Francois. Constaté la existencia de elites privilegiadas para la adquisición del logos.

El College de France estaba repleto. Me sorprendí por el estrellato de mi chiflado cliente. El señor psicoanalista era un super star. Había una instalación de circuitos cerrados de vidéo para los seguidores que llegaron a la hora convocada, en salas secundarias.

Lacan, anteojudo y canoso, ese día se sobrepasó. Hizo un círculo en el pizarrón y después otro, como dos huevas vacías. Se quedó mirando sus círculos meditando más de lo necesario, creando un suspenso. Imaginé que se referiría a alguna novedosa relación entre la teoría de conjuntos y el meollo. Evidentemente su exposición disparó en otra frecuencia. No voló una mosca entre los cientos de orejas atentas. Tuve un sentimiento de ignorancia atroz.

Lacan indica con un puntero el primer círculo que dibujó con tiza en el pizarrón y dice:

- ESTO, es un hoyo...

El público académico embobado. Yo embobado por el público.

Con el puntero, indica el otro círculo. Poniéndole color al tempo, con justo silencio entremedio, el suspenso de un viejo zorro académico, dice:

- ESTO, es otro hoyo...

El estudiantado psicoanalístico con todas las antenas paradas, atento a la parole, a su lenguajear.

A cuenta de nada, tira a continuación la sorpresiva anécdota que de la noche anterior, mirando una foto de su madre tuvo el impulso o compulsión incontrolable de fumarse un petard. El pito de cannabis aún lo tenía desconcertado y pedía, ordenaba, insinuaba a todos los presentes, que reflexionaran sobre el hoyo que conlleva otro hoyo y así. Carcajadas del estudiantado “Psi”. Deben faltarme frases, antecedentes que discursió entre medio. Como siempre me pasa, hago relaciones transversales o patafísicas y pensé que esos hoyos se relacionaban con algún concepto del infinito borgeano. De su conferencia magistral, mi meollo recuerda solo esos hoyos.

Supuse, hilando fino, que su asunto hoyístico + anécdota cannabíslistica, tenía un mismísimo equivalente chiflado de su encargo, ese de la cortadura de la pata al diván de la rue Lille. No sé, mi imaginación edípica interpreta un Monsieur Lacan como un seductor peso pesado. O como le llaman ahora en la red virtual, un maestro en marketing adicto.


Después de muerto Jacques Lacan, concurrí un sábado al Hotel Drouot.

Por orden de su hija Sybille se remataban objetos del famoso psicoanalista. “Cada lote será acompañado de una atestación certificando su origen”, decía la convocatoria.

Se remataron objetos de un desigual interés estético. Se vendió por un total de 717.500 francos, sin impuestos incluidos, según me informé. El martillero, Guy Loudmer, que se parecía vagamente al psiquiatra Lacan, logra 4.500 francos por un paragüero horroroso, 18.500 francos por una simple plancha de terciado con dos caballetes, que yo no vi en la consulta. Un puñal persa sube hasta 50.000 francos y una cerámica de Palissy (siglo 16) sale a 90.000.

La concurrencia no vino solo por los objetos del maestro. Se llenó de voyeurs, mirones copuchentos atentos al diván. Lacan debe haber utilizado una media docena, sino más, pero no importa. Los marchants se sobaron las manos cuando salió a remate el último. Las pujas se alocan por el diván que utilizaron los analizados por el maestro. Es adjudicado por 98.000 francos a un comprador anónimo, que operó mediante agente. Después de una larga batalla, le ganó a la psicoanalista Elisabeth Roudinesco. Nunca se supo quién logró el diván. Se rumoreó que fue Judith, la otra hija del maestro.

Puedo certificar que aquel era el diván que intervine.
En fin, la lonja de la pata del diván de Lacan aún la conservo. He pensado rematarla al mejor postor.

A los normalianos de la rue Michel Chasles, en el Barrio Bastilla, los echo de menos. No así a sus omelettes. Los huevos chilenos son más frescos.



*Bricoleur: francés: artesano reparador aproximado. Equivalente chileno: maestro chasquilla, en una connotación de reparador de cualquier objeto o artefacto de manera improvisada.
Prefiero la definición más o menos antropológica: reparador o armador de un todo con partes viejas o pre-existentes. Lévi.Strauss apunta que el bricoleur es mitopoético, (“El Pensamiento Salvaje”)

miércoles, 21 de mayo de 2008

Un día movido (de recuerdos de un bricoleur)

Tengo un día atravesado en mi hemisferio de memoria regresiva, por lo terremotiento. Comenzó cuando el gringo Dave me invitó a almorzar comida judía china.
Éramos vecinos en Reñaca, un balneario que fue hermoso, antes de su saturación con concreto.
El gringo vivía en una casa de madera, poquito más que una choza, mal vista por los vecinos.
Desgarbado y excéntrico, Dave andaba siempre o casi siempre, con un gorro de piel de algún animal blanco, un gorro como de cosaco. Ya se le identificaba entre Valparaíso y Concón. Soplaba blues en su armónica en ciertas noches del Yaco y otros territorios nuestros del Puerto.
Una comida judía china me dejó metido. ¿Qué sería eso?
Fui a su cabaña indecente, infiltrada entre las bonitas casas de Reñaca, la mayoría de propietarios santiaguinos, vacías, pues no era la temporada de vacaciones. En todo caso el mar, allí al frente, es lo de menos. Son playas inservibles para nadar, pero la moda es la moda. Olvídate los pedazos de argentinas, los bikinis y la gente linda que va en las temporadas de verano.
Dave me recibió con su sonrisa desdentada, su melena y sus rubios bigotes teñidos con tabaco. Me abrió la puerta de su cabaña inexacta, infiltrada en este territorio que entonces era chic.
El gringo tenía una estufa hecha con un tambor de hojalata que fue envase de algo. Tenía música que nadie tenía en el Cono Sur en esa época. En su lar sonaban blues que mis orejas zapateaban de placer. Averigüé a los maestros a posteriori, gracias a mi memoria orejística, cito algunos: Howlin´Wolf, John lee Hoker, B. B. King, Jimmy Witherspoon, Eta James, Bobby Bland, en fin.
Dave, el cosaco de Reñaca, se creía negro. Una mayoría de gente lo clasificaba fácilmente como jipi.
Llegó a Valparaíso según varias versiones. La que encuentro más creíble, es aquella de que en una típica manifestación anti-Vietnam, posiblemente en Nueva York, se puso muy paranoico, se sintió vigilado, vio CIA por todos lados, se vio fotografiado. Muy volado con hachich, tomó un globo terráqueo, lo hizo girar, lo paró con su dedo índice y le salió como en una tómbola, Valparaíso. Llegó al Cerro Mariposa y después fue a parar a Reñaca, el balneario que les dije, al lado de Viña del Mar que a su vez está al ladito de Valparaíso. Desde donde estábamos, se ve todito el Puerto.
El gringo estaba protegido por alguien y vivía allí con una señora contrabandista y diler. Ella no estaba ese día.
Dave estaba por ese período mosqueado por la policía viñamarina. Sospechaban de Dave. Meses antes tuve una entrevista forzada con el “tío” Araya, un raro detective socialista. Fue a causa de un allanamiento a mi taller en Av. La Marina de Viña del Mar. Cuando viajaba a Santiago, mi taller era utilizado por amigos villamarinos. En una de esas, unas vecinas llamaron a la poli creyendo que me estaban robando. Los rati solo encontraron unos cuantos volados en plena cata de una excelente mariguana. Fueron todos presos. Tuve que ir a declarar como dueño de casa. En la conversa con el Inspector - el tío Araya- salió a luz el gringo Dave. El detective Araya sospechaba que Dave era de la CIA y que estaba introduciendo drogas para enmierdar la juventud chilena Le dije que eso no era posible, que el gringo simplemente musiqueába en los bares del Puerto, que era un músico y poeta, relacionado con la bohemia porteña y artistas circulando por Valparaíso.
El gringo participó muchas veces con su armónica en recitales de Los Jaivas. Siempre con su gorro cosaco muy peludo y ya no tan blanco que usaba incluso en verano.
Estábamos en nuestro banquete que a estas alturas no podría describir, con un vino tinto muy malo, eso si que recuerdo, en una ahumada atmósfera con música de blues.
Entendí que Dave quería decirme algo. Pasó un buen rato antes de que fuera al grano. Finalmente quería mis orejas y opinión para unos poemas de su autoría. Me salió con unos poemas que leyó en español, muy malos, no sé si los poemas o el español. Es posible que los haya mal traducido al español.
Años después supe que enviaba sus poemas a sus amigos compatriotas, pidiendo one dollar por poema. Quizás le resultaba y sus poemas le ayudaron a sobrevivir.
Encontré un poema del gringo, en una hoja mecanografiada apenas legible:

Una noche de primavera
estaban Piticlín y Merimey
en el Parque Forestal,
al ladito del río Mapocho,
Se revolcaban lejos del farol
por unos matorrales.
De él era la flauta que ella chupaba,
De ella eran las congas que él agarraba
Y le cantaban a un árbol viejo
Are are,
Are rama,
Rama rama...

Más elevados que un Altazor,
con una buena yerba de Los Andes
estaban como venusinos
jadeando una lengua rara
cuando un Unicornio
que pasaba por allí,
se sintió convocado,
y se les apareció
a Piticlín y a Merimey.

Cabalgaron a pelo los dos
por la Cordillera de los Andes
por el desierto de Atacama
y el valle de la luna
y por el mismo Parque Forestal,
hasta que los pararon los “pacos”,
que les pidieron permiso de conducir...


Hacía rato que Hellen, su mujer, al parir en Chile, volvió a gringolandia, quizás renunciando a la ciudadanía cósmica. Supe que retornó y que ahora está en el sur de Chile.
El recital poético que me daba en exclusiva por suerte lo interrumpió.
- Llegou Senu!, exclamó. –Camán, me dijo.
Salimos de su cabaña. Montamos en un jeep blanco sucio. Primera vez que lo veía manejar. Bajamos por la Bajada o Subida de los Ositos de Reñaca hasta llegar al paradero de Buses. Justo paró un bus de la línea “Sol del Pacífico”, que llamaban en la época que rememoro, “Terror del Pacífico”, y se bajó Seno. Este era un gringo como Dave, de esos que llegaron a Chile a fines de los sesenta buscando el lugar más apartado de su repudiada patria.
Seno era sanguíneo, muy corpulento. Se había casado con una mujer del sur. Allí vivía. Se bajó del bus muy de poncho. Estos eran los auténticos jipis fundadores, que se adaptaban rápidamente, con nuestros ponchos, nuestras mujeres, nuestros copetes y toda nuestra idiotez local. Eran estructuralistas intuitivos. De todas maneras, denigraban su origen americano. Estoy seguro que estaban tan o más avergonzados de su nacionalidad gringa que los judíos alemanes sobrevivientes de la segunda guerra mundial (Hanna Harem, Paul Celan, Walter Benjamin y un largo etc)
Esto está muy raro, me dije, este día es especial. ¿Cómo supo Dave que llegaba exactamente al minuto este otro gringo? Si el gringo no usa reloj.
Subimos a la cabaña de Dave con Seno, quien llegó con vino pipeño y pan amasado en su morral. Gringo camaleón, me dije, se transformó en más huaso que un huaso.
Copeteamos otro poco, seguimos con los blues. Los gringos hablaron sus cosas, en inglés evidentemente, que yo cacho poco o me daba lata cachar.
- Para celebrar la llegada de Senou, vamous al Puerto, dijo Dave.
Montamos los tres inexactos en el jeep rumbo a Valparaíso.
Dave conocía el Puerto más que nadie. Manejó por esos cerros increíbles en un día esplendoroso. Llegamos a un lugar, me parece que ubicado en el Cerro El Toro. Paramos frente a una casa porteña de madera y calaminas, de esas que cuelgan, entre las quebradas límites entre un cerro y otro. Dave lúcidamente calculó que el freno de mano del jeep no estaba correcto. Buscamos piedras grandes que chantamos en los neumáticos. Aseguramos las cuatro ruedas ante la fuerza de gravedad de esa calle con pronunciada inclinación, entre unos 28 y 32 grados.
Los tres mosqueteros turistas de cerros, chiflamos y gritamos hasta que un señor bajo, con camisa floreada, nos abrió su reja de un pequeño patio exterior, entramos a su casa porteña, a su living, donde me sorprendió una suerte de exposición de pájaros marinos y otros bichos embalsamados. Había por todos lados. Hasta en el baño a donde fui a mear. No recuerdo el nombre del amigo de Dave por eso lo nominaré como el taxidermista, pues ese era su oficio.
El tipo estaba excitado. Nos ofreció vino más decente que el vino de la comida judía-china de Dave, y nos comunicó muy contento que tenía un trabajo de mucha importancia. Si lo interrumpimos, creo que más bien no. Los artistas como él necesitan público. Este porteño de oficio raro nos recibió encantado de la vida. Estaba eufórico. El dueño de casa estaba a punto de embalsamar un Huemul. No sé a quién se le ocurrió meter esta suerte de ciervo endémico chilensis en nuestro escudo nacional. Vaya a saberse adonde obtuvo este animal el taxidermista del cerro El Toro. Esos ciervos (Hippocamelus bisulcus) viven exclusivamente muy al sur.
Como no tenía mucho espacio, por el instante había acomodado el cadáver del animal en su cama que había protegido con un mantel de plástico estampado. Era toda una instalación el animal en la cama. Aterrizamos de visita en el instante preciso de gloria de un artista taxidermista. Nuestro anfitrión muy excitado, concentrado y con idea fija, priorizó su urgencia. Estaba inspirado, nos palabreó obseso sobre su oficio.
En fin, lo ayudamos a despejar la mesa del comedor de botellas, tasas, panera, florero con flores plásticas, una pipa, papeles, etc. y procedió a instalar en una mesita de arrimo, una serie de implementos para una operación mayor. A mi me envió a su patio trasero a buscar un bombín de su bicicleta. Ya veremos para qué. Luego, los dos gringos ayudaron a trasladar el ciervo a la mesa del comedor. El taxidermista tomó un bisturí, le hizo un tajo de unos milímetros entre el pecho y la guata del animal, me pidió el bombín, enchufó la manguera de caucho del aparato en la incisión y le hizo el honor a Dave que bombeara. Allí supe que el arte de la taxidermia consiste en separar el cuero de toda la carne.
Yo estaba ángel en mal estado pues la comida judía china me había puesto la guata burbujeante. Confesé mi malestar. No me hicieron caso, entonces me retiré discretamente de ser ayudante, de la visión del cadáver del Huemul que inflaban y de sus admiradores, a la primera pieza que encontré. Era un dormitorio típico de señor sin señora.
El taxidermista explicaba a los gringos cosas de su oficio. Tenía un público extranjero que seriamente escuchaba su clase magistral.
Con mi estómago tambaleante, me encontré en una habitación que tenía unos tres pingüinos embalsamados posados en un ropero. Me tendí en la cama y encendí la tele.
Sentía lo que trascurría al lado. Por las risotadas norteamericanas, me imaginé al taxidermista disfrazado de payaso operando al animal. Al taxidermista le cayeron dos comedidos ayudantes cosmopolitas del cielo. El taxidermista es un tecnomago me dije. A los gringos o a cualquiera, ¿A quién no le fascinaría asistir al estrellato, paso a la inmortalidad de un Huemul en uno de los cerros de Valparaíso?, me decía, entre mis ascos.
Este día, bastante fuera de lo común, lo recuerdo no solo por este acontecer. Toda esta concatenación rarísima es solo el comienzo.
Me hacía el leso del operativo del lado, viendo tele en blanco y negro en esa pieza. Era una transmisión con ciertas interferencias por los vientos de Valparaíso, que balanceaban la antena. Daban una película que recuerdo perfectamente. Era un film catástrofe: un avión con ene pasajeros era invadido por una viscosa y gelatinosa ameba que se desarrolló vertiginosamente desde una maleta. Con los olores de taxidermia, esa película de terror que me agarró se me hizo muy realista. Sentí el hedor de la ameba horrorosa que invadía al avión. Además de ángel en mal estado, estaba con los pelos parados.
En fin, quizás Dave y Seno se saturaron de taxidermia mayor, el asunto es que me despertaron de mi fascinación televisiva. Decidieron que nos íbamos. Me perdí el final de la película.
Nos despedimos agradecidos. Al partir, pregunté por pura formalidad el precio de un pelícano embalsamado tremendo.
De reojo observé el avance del taxidermista con el Huemul. El animal ya estaba bastante descuerado. Esta visión asquerosa me hizo rechazar carne roja por un buen período.
Bajamos los cerros porteños y nos dirigimos hacia Reñaca. En el camino, Seno quiso comprar un trenza de jaibas, esas que vendían (no sé si aún) las viejas o los niños de los pescadores a los automovilistas, propuesta a la que me opuse con fervor.
Dave, en su rol de acogedor guía subrrealista, sacándole el jugo al jeep, insistió en bajar a la playa de Reñaca. No había gente. Entusiasmado, Dave nos paseó por la orilla de la playa. Avanzamos como tanqueros hacia una nueva conquista. Molestamos a las gaviotas y descubrimos unos cuatro pingüinos petroleados que habían botado las olas. En eso, el vehículo encalló en la arena.

Encontré, de nuevo, que este día era un tanto onírico. Bajé del jeep, mientras los gringos insistían a todo motor en despegar de la arena y más se hundían.
Me dirigí hacia la orilla. Había marea baja, olitas con baba oceánica. Con una actitud funeraria agarré uno de los pingüinos petroleados y lo lancé desganado al mar. Me mojé las zapatillas. Miré la puesta del sol color naranja. El naranja más naranja que he visto me despabiló. Tenía a esta hora una reunión con compañeros de arquitectura, recordé. Preparábamos una exposición de “tecno-magia”.
Fui traidor a los gringos. Dando explicaciones idiotas, me escapé del trabajo solidario del rescate del jeep.


Subí por la Subida (o Bajada) de Los Ositos, a esperar a mis compañeros universitarios. Arrendábamos una casa playera entre varios estudiantes. Como ya dije, éramos vecinos de la cabaña del gringo Dave. Nuestra comunidad estudiantil tenía una actividad sexual, teórica, poética, de vacilón patafísico, de una intensidad de miedo.
Responsablemente llegaron el “Jano”, el “Fauno” y Martín, discretamente atrasados e iniciamos nuestra reunión de “tecno-magia”. No les conté mis aventuras recientes porque las estaba digiriendo encima de mi almuerzo judío-chino.
Todo esto lo recuerdo por lo que viene. Es como si todas las horas anteriores, esta concatenación patafísica, me prepararan para lo que venía.
La Tecnomagia era un concepto de nuestro grupo, ideas que elaborábamos en 1er año de arquitectura. El “Fauno” Vivaldi teorizaba del “vacilón”, concepto que trataba de aprehender los espacios, colores, olores, música del entorno y cultura popular. Esto nos debe guiar, decía, tiritándole su barba y sus anteojos John Lennon bricoleados con sckoch. En síntesis, éramos los típicos estudiantes confabulados en alguna chicharra teórica rupturista
Todos los asistentes a la reunión habíamos realizado algún objeto tecno-mágico. Cada cómplice proponía su diseño exclusivo (prototipos probados) para una muestra a producir en la Escuela de Arquitectura de la Univ. de Chile del Puerto. Esperábamos causar escozor en los “geómetras descriptivos”.
A Martín le insinuamos que expusiera su reconocida ampliadora fotográfica fabricada a partir de una antigua cámara, de esas con fuelle. Jano tenía un artefacto que me encantaba, fabricado con un envase para aceite de auto, paralepípedo de hojalata de 5 litros, recortado por la mitad a lo largo y que con un simple chorizo radiante transformó en una suerte de estufa eléctrica. En ese tarro radiante hacíamos buen café, es decir, funcionaba. El “Fauno”, quien era uno de los más tecnomagos, ahora no recuerdo su propuesta. Creo que era un novísimo instrumento musical. Con Fauno, Jano y ………., tuvimos un efímero grupo musical, que sonábamos bomba.
Los tecnomagos proponíamos por principio cuestiones contra la academia y la geometría descriptiva. Para nosotros, todo proyecto era mera recuperación. Queríamos una arquitectura con recuperaciones. Nuestro 3er mundo no podía permitirse el lujo de idear sistemas nuevos etc.
En mi lenguajear no permití interrupciones. Aún con el Huemul descuerado en mis pensamientos, sostuve rotundamente la idea fuerza de que la tecno-magia es la solución para un estado de guerra, es el diseño “pos-terremotiento”, es el respeto obligado a partes viejas que aún sirven. El rescate o respeto de la pre-existencia, diría ahora “El Fauno” Vivaldi, que actualmente anda asesorando a los chinos.
No alcancé a terminar otra frase para el mármol, cuando se inició un temblor fuerte. En cuestión de segundos fue terremoto. Crujió todo, se desplazaron los muebles, se sentían roturas de vidrios, un fragor profundo. Arrancamos al exterior, un jardín en cota, con desnivel pronunciado. Tuve el gesto, aún recordado por mis compañeros, de agarrar la estufa a parafina y resbalarme de poto con la estufa encendida en la mano por el pasto en desnivel. Las casas reñaquinas se deslizaron crujiendo, cayeron muros enteros. Vi a Valparaíso, desde la posición panorámica privilegiada en que estábamos, como se apagaba, se apagaba, miles de luces se apagan en un ocaso sodoma-gomorriento. Con la luz ambigua del ocaso que les dije, Valparaíso lo vemos envuelto en una niebla vampirística. Fuimos testigos panorámicos de la catástrofe. Un terremoto histórico. Nuestra casa resistió, pero adentro hubo una quebrazón de la putamadre. Ese terremoto disimuló todas las copas que quebramos antes.
Me dio una inspiración vandálica, cuando vi la casa de una vecina, muy siútica, con el living al aire, y un muy buen equipo de música. Me retuve, de robar a los vecinos.
Mis cómplices de la teoría tecnomágica se retiraron raudos en el auto del Jano y de Martin, preocupados prioritariamente por la polola (Fauno), parientes y domicilios (Martin y Jano)
Me quedé ahí solo, en el jardín, con la estufa aún encendida con la que escapé, como guardián del fuego.
Encendí una radio a pilas que rescaté de la casa. Antes de que pasara una hora de la catástrofe, sintonicé fácilmente una transmisión en cadena nacional. El Presidente Allende se comunicaba en directo a todo Chile. El epicentro del terremoto es Valparaíso. Pide calma a la población.
Pocos recuerdan que el Presidente Allende tuvo esa advertencia telúrica. Es tan fuerte lo que vino. No es que me las dé de visionario, pero yo me “eché el pollo” antes de lo que vino.

Por reflejo gregario, partí donde mi vecino Dave Fass, quien también había tenido otra reunión frustrada por el terremoto. Lo encontré con otros cinco gringos, aparte de Seno. Todos alrededor de una fogata en el patio de la cabaña, muertos de susto. Eran todos primerizos en terremotos. Eran cooperantes de “La Alianza para el Progreso”, esa invención paternalista de Kennedy. Cual mormones, enviaron gringos jóvenes, a llevar el progreso o a iniciarse en el 3er mundo. Se decía que había en esa organización mucho CIA. A esos gringos cooperantes se les había ocurrido visitar a su excéntrico compatriota, el “cosaco” de Reñaca, al judío maoísta seudo negro, mister Dave, que el detective socialista Araya hasta amenazó con pistola.
Treinta años después supe que a Dave lo asesinaron en un bar de Nueva Orleáns, quizás por creerse negro. Esta es una de las versiones.
Según fui informado, por uno de Los Jaivas, Dave fue un jipi torturado por la dictadura y casi fue un mising, desaparecido. Su familia y amigos lo rescataron de Chile.
Dave fue un auténtico tecno-mago. En todo caso, sonará para siempre, con alguna percusión, posiblemente pandereta, en la primera e histórica versión de “Todos Juntos” que lanzó al estrellato al grupo Los Jaivas. Esto fue en un estudio de grabación al lado de la Plaza de Armas, cuando nos creíamos una Tribu dispuesta a joder al Gran Bazar.

jueves, 24 de abril de 2008

PUBLICACIONES de Gustavo "Grillo" Mujica

“Deatraspicaelindio”, montaje poético con ilustraciones de Germán Arestizabal, Irene Domínguez y Raúl Sotelo) Francia, 1975, Ediciones del Grillo.

“Escrito por las olas”, poesía bilingüe, traducido por Jacques Jay, Carmen Santa Cruz, Waldo Rojas y Armando Uribe E., ilustrado por Raúl Schneider, París 1985, Editions GrilloM.

“La luna me viene muy luz”, poesía, traducción al francés por Patricia Jerez, ilust. por Vivian Scheihing, París 1992, Editions Boîte Noire.

“Miojo mío yora”, poesía, ilustrado por Valentina Mujica, Santiago-Chile, 1995, Ediciones GrilloM

“Avia un río…”, poesía, ilustrado por Vivian Schehing, Santiago-Chile, 2007, Ediciones GrilloM. Premio a la Edición 2008, (ficción) , de la Cámara Chilena del libro.

Plaquettes

“ALA” , poemas visuales, 1971, Santiago-Chile

“Remedio contra el cáncer”, poemas visuales, Francia, 1974.

“Una cierta poesía chilena”, bilingüe, París 1983, Centre Georges Pompidou.

Antologías

La Diáspora chilena” Santiago-Chile, 1978, “Cuadernos Marginales”

“Recital Trilce” París-Francia, 1982, publ. Taller Trilce - Instituto de Altos Estudios Latinoamericanos.

“Entre la lluvia y el arcoiris” de Soledad Bianchi, Madrid-España, 1983, Edic. del Instituto para el Nuevo Chile.

“Santiago/ Firenze/ Paris, Aspetti della giovane poesia cilena”, publicación bilingüe producida por Francisco Smyte traduc. de Ignazio Delogu, publicado por la Municipalidad de Florencia

“Encuentro de Poetas chilenos” Rotterdam-Holanda, 1991, public. Centro Cultural José Martí y Embajada de Chile en Holanda.

“Poetas Chilenos en Europa” de Soledad Bianchi, Chile, 1992, Editorial Documentas
”Poesie chiliene, 1973 – 1998, 20 poetes depuis le coup d´etat”, Digraphe, Paris – Francia.

Ensayos críticos destacados

“Opciones y subversiones discursivas en la poesía de Gustavo Mujica. Una Propuesta innovadora en la lírica chilena actual”, Adriana Castillo de Berchenko, Publicado en Etudes Hispaniques No 24, Université de Provence, Francia, 1998 y en www.critica.cl, junio 2003

“Gustavo Mujica. Le bilinguisme dans la littérature”, en la Memoria de Tamara Figueróa « Les écrivains chiliens exilés à Paris (1973-1990) », Université Blaise Pascal, Clermont – Ferrand 2, U.F.R. Lettres Langues et Sciencies Humaines, Départament D’espagnol

“Avía un río , una fábula anti-ortográfica”, Waldo Rojas, publicado en www.critica.cl, enero 2008

Investigación destacada
“Literatura Chilena publicada en Francia , 1973-1990”,
investigación para Unesco y Minist.Relac. Ext. Chile

Publicaciones como editor

Editions GrilloM*
* Ninguno de estos libros, sobrepasa más de 300 ejemplares numerados, con un % menor de ejemplares firmados por sus autores, excepto "El Glosario del amor chileno", intento de "Colección Vox Poluli", unos 2000 ejemplares en la 1a edición. La 2a versión, por otra editorial, no estamos informados del tiraje.
En el criterio del editor&imprentero, fuera poemario o parte de matrimonio, tenía que ir ilustrado, por un cómplice artista visual.

JAULA DE PAPEL de Radomiro Spotorno, dibujos de Andrés Gana, París, 1984

AISLA de Felipe Tupper, París,1984

FRAGILIDAD DE LA TIERRA de Cristobal Santa Cruz, Prólogo de F. Giner de los Ríos, París,1985

JAQUE de Patricia Jerez, dibujos de Matta, París, 1985

MIOJO MIO YORA de Gustavo Mujica, Santiago,1995

AVIA UN RÍO de Gustavo Mujica, ilustrado por Vivian Schehing, Santiago 2007.

APUNTES, VIAJES y COMPLICIDADES DE UN NÁUFRAGO ARQUITECTO EN LAS COSTAS DEL PACÍFICO de Renato Vivaldi Tesser, Santiago 2009.

DICHA NON DESDICHA de Miguel Vicuña Navarro, Santiago 2009.


Colección Bilingüe

ESCRITO POR LAS OLAS de Gustavo Mujica, dib. de Raúl Schneider, traducciones de Jacques Jay, Carmen Santa Cruz, Waldo Rojas y Armando Uribe.E., París, 1985

PRINCIPE DE NAIPES de Waldo Rojas, dibujos de Guillermo Deisler, traducción de Robert Guyon, prólogo de Jaime Concha, París, 1986

NO EL AZAR de Andrés Morales, traducción de Cristóbal Santa Cruz, portada de Christian Israel, París,1987

UN BUEY SOBRE MI LENGUA de Mauricio Electorat, c/u de los 300 ejs. ejemplares, con una miniatura original firmada por Luis Hermosilla, (tinta de imprenta), París, 1987

AUTRE DEPART: CINCO POETAS y CINCO PINTORES CHILENOS EN PARIS, Introd. de Waldo Rojas. Textos de Mauricio Electorat, Patricia Jerez, Gustavo Mujica, Waldo Rojas y Felipe Tupper. Dibujos de Ricardo Bezerra, Andrés Gana, Mario Murúa, Raúl Schneider, Vivian Scheihing, París, 1990.

Colección Vox Populi

GLOSARIO DEL AMOR CHILENO de Radomiro Spotorno, con ilustraciones eróticas de Eugenia Buch, Claudia Collados, Andrés Gana, Matta, Hernán Parada, Mario Murúa, Guillermo Núñez y Raúl Schneider, Santiago, 1987

GLOSARIO DEL AMOR CHILENO, 3a edición corregida y ahumentada de Radomiro Spotorno, con ilustraciones eróticas de Andrés Gana

Serie Gráfica

BLOKS de Andrés Gana, con un poema de Eduardo Parra, París,1985

UNA NOCHE EN TUNISIA de Mario Murúa, traducción por Waldo Rojas, Patricia Jerez y Armando Uribe E., París,1989

CHANSONNIER SAUVAGE, canciones del Grupo Aleph, traducción de Carmen Santa Cruz, dibujos de Andrés Gana, París,1986

TRENES QUE NO HAS DE BEBER... , dibujos de Germán Arestizabal sobre extractos de poemas de Jorge Teillier, introducción de Edmundo Font, Santiago, 1994

NAUFRAGOS, Plaquette de Luciano Martinis, con textos de Alberto Boatto, Agata Gligo, Gustavo Mujica, Silvia Tullio Altan y Raúl Zurita. Auspiciado por el Centro de Extensión de la Univ. Católica e Istituto Italiano di Cultura, Santiago, 1995

P x P, 15 PINTORES x 15 POEMAS, Edición limitada de arte, Santiago Chile, 2002: Germán Arestizabal x Jorge Teillier, Concepción Balmes x Manuel Silva Acevedo, Sammy Benmayor x Claudio Bertoni, Gracia Barrios x Juvencio Valle, Pamela Bozinovic x Marcela Muñóz Molina, Roser Bru x Enrique Lihn, Andrés Gana x Gonzalo Millán, Jorge Gonzalez Lohse x Germán Carrasco, Hugo Marín x Delia Domínguez, Mario Murúa x Guillermo Valenzuela, Guillermo Núñez x Gonzalo Rojas, Vicente Rioseco x Soledad Fariña, Vivian Scheihing x Waldo Rojas, Eugenio Tellez x Bruno Vidal, Manuel Torres x Armando Uribe

Editions Boite Noire

TRAPICHE de Patricia Jerez, traducción de Anne Foret, dibujo de Bruno Dufour, París, 1992

LA LUNA ME VIENE MUY LUZ de Gustavo Mujica, traducción de Patricia Jerez, dibujos de Vivian Scheihing, París, 1992

FRAGMENTS de Juan Luis Martínez, traducción de Béatrice de Savagnac, nota de Gustavo Mujica. Coeditado con L’Agence AD’OC, L’association Dialogue entre les Cultures, Le Ministere de la Culture et de la Francophonie, París, 1993

HISTORIAS EXTRA-ORDINARIAS 3 de Jorge Rossi, Santiago, 1995.

lunes, 21 de abril de 2008

Mi último libro


"Avía un río..." poemario ilustrado por la artista visual Vivian Scheihing, (http://www.vivianscheihing.com/) publicado en nov. 2007, por “Ediciones GrilloM”. Premio a la Edición 2008, categoría ficción, Cámara Chilena del Libro.

Este libro es el cierre de una elaborada poética, que me ha costado varios años y muchas versiones a partir del soliloquio, poema madre le llamo, “La luna me viene mui lus”, (París 1992, Editions Boîte Noire)


Los poemas de “Avía un río…” rompen la ortografía normal, “El lenguaje propio de este poemario recomiendo leerlo de corrida, sin reflejos condicionados por la ortografía normalizada. Con todo mi respeto a la señora RAE y su tremenda lengua, advierto la eliminación, en esta poética, de cinco letras: b, h, ñ, y, z.”


“ Ahí se dan cita entre otros motivos, aquel del ámbito edénico, adámico, del paraíso perdido, seguido de “diaspóricas epopeias” (sic), pellejerías del exilio, bajo el signo de un viaje iniciático y la figuración de un nomadismo interestelar en fuga lejos de un mundo vuelto humanamente insufrible, en busca de un nuevo nicho ecológico adonde reiniciar la Odisea de la Especie. Apenas disfrazados, se superponen en el texto con transparencia mutua, tópicos tales como el pan-ecológico avatar del Arca de Noé y el de alguno de los relatos de las “Crónicas marcianas” de Ray Bradbury. Pero sobre todo hay el tópico o motivo, aquí fundamental, de la Torre de Babel (…)
(Extracto de la Presentación de Waldo Rojas, http://www.critica.cl/html/rojas_03.htm
)

Adquirir libro: valor $15.000 + costos de envío:
edicionesgrillom@gmail.com