(Del libro inédito "Lucideces")
Una mañana naranja
me acurruqué en la arena
por un humor desvalido
o ensoñamiento de niño.
Mi cuerpo se aferró fetalmente
a las faldas de una duna
mi cabeza a ras de la arena
se apoyó en mi mano
que sonaba a fluído.
Mis párpados filtraron el sol mañanero,
mis dedos jugaron al reloj con la arena
de cuarzo y granito molido
por reflujos de olas del tiempo.
En otra dimensión,
de alguna playa secreta
no sé qué animas y meteoros
y espirales dorados y estrellas enanas
cosquillaron el alma a mis ojos.
Allí supe que un viaje astral
se hace quieto en las dunas
y fetalmente se siente
la presencia
de un Dios desconocido.
lunes, 1 de diciembre de 2008
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