lunes, 9 de febrero de 2015

"Entrevista a Gustavo Mujica" Nota: una estudiante francesa de literatura, interesada en revistas del exilio chileno para una tesis, me entrevistó, de parte del Museo de la Memoria. La actual académica, que lastimosamente su nombre se me traspapeló, me envió esta "Entrevista a Gustavo Mujica", sin que yo le corrigiera ni una coma. La descubrí, por cazuela, entre mis archivos. Por su carácter de "petit histoire", y para recordarme como posible antecedente de "Anécdotas de un Bricoleur", mío proyecto escritural obsesivo, "lentejamente" en proceso, publico esta cartesiana entrevista, en la cual evidentemente la tesista se centra en su tesis. "Este documento transcribe una entrevista a Gustavo Mujica realizada en su departamento en Santiago de Chile el 24 de Mayo de 2011. Presentación del entrevistado Gustavo Mujica, poeta y editor, estudió diseño industrial pero ejerció poco este oficio. Salió de manera voluntaria, seis meses antes del golpe de estado del 11 de septiembre, evadiéndose del clima de tensión omnipresente: “preví el golpe”. (¿Quien no?, nota del entrevistado) Se fue a España, luego a Francia, desde donde se enteró (sin sorpresa, Nota del entrevistado) del derrocamiento de Salvador Allende. Allí trabajó como recepcionista nocturno de un hotel, como pintor de brocha gorda, bricoleur, y carpintero para intelectuales franceses. Era de moda, en los movimientos progresistas, “tener un chileno protegido”. Se benefició del apoyo y respaldo de varios franceses del medio intelectual. Cuando estuvo sin trabajo, con subsidio de cesantía, se dedicó a ser imprentero de la comunidad latinoamericana en París, y a la edición de libros. Publicó especialmente poesía de sus pares, siempre ilustrada por artistas chilenos, con una imprentita que le regaló su ex jefe de una agencia de viajes que quebró. Creó Ediciones GrilloM, se dedicó y dirigió la revista Canto Libre. No tenía prohibición de ingreso a Chile, y pudo entrar al país dos veces durante sus 20 años de exilio, a presentar sus publicaciones en París. Retornó a Chile después de la vuelta a la democracia, con la elección de Aylwin. El país de acogida se elegía por circunstancias. Si uno tenía contactos que podían facilitar el traslado por ejemplo.(Esto no lo dije, Nota del entrevistado) Las redes de la diáspora cultural se constituían en torno a eventos como las ESIN, donde llegaban escritores, poetas, intelectuales de todos lados, autores ya conocidos y jóvenes emergentes inéditos. Así, los nexos entre exiliados chilenos no se limitaban a una ciudad ni a un país; había contactos al nivel de Europa, y más allá. En eso, las revistas culturales tuvieron un papel relevante: permitían ubicarse, conocer, saber lo que hacían, donde estaban sus pares. Una cosa “medio endogámica” decía Gustavo Mujica, “unirse porque éramos todos chilenos”. El término “literatura del exilio” es controversial porque muy amplio: abarca temas, formas de expresión distintas. Hubo por ejemplo literatura testimonial, cuya narrativa era más posible de publicarla evidentemente en el exterior. Lo que fue literalmente la literatura de las vivencias del exilio, representa solo algo del quehacer cultural de los escritores expatriados. Una de las principales motivaciones de esa creación, más allá del exilio, fue la necesidad de una resistencia cultural, la voluntad de mantenerse vigente, de participar en la lucha de Chile en contra de la dictadura. El impacto del golpe de estado fue muy fuerte entre los intelectuales europeos, casi todos ex 68, quienes vieron en la Unidad Popular la posibilidad de una vía democrática hacia el socialismo. Por eso la solidaridad a los exilados fue inmediata. Se dio acogida a intelectuales, políticos, artistas chilenos, también por curiosidad e interés por la experiencia histórica que fue la UP y su brutal fracaso. Por otro lado, la influencia europea en el quehacer cultural y el pensamiento político de los exiliados fue significativa: a nivel político, varios dirigentes izquierdistas se volvieron socialdemócratas. Gustavo Mujica prefiere hablar de diáspora más que del exilio, un concepto que expresa esa “dispersión por el mundo”, y que permite, en cuanto a la cultura, hacer un paralelo con la diáspora judía, en la medida en que el destierro y el encuentro con otras realidades incentivan la creación y la preocupación por el tema de la identidad. Por ejemplo, en París, crearon un diccionario de los garabatos chilenos, el “Glosario del amor chileno”, libro actualmente con tres ediciones, “corregidas y aumentadas”, que considera las “malas palabras”, como patrimonio nacional. Para Gustavo, el período europeo fue “iniciático”, ya que le permitió encontrarse con intelectuales “peso-pesados”: normalianos franceses, el poeta Jean Tardieu, con el “último surrealista”, el poeta judío-rumano-francés Yerasin Luca, con los poetas Beaniks norteamericanos, como Ferlinguetti, o latinoamericanos como Julio Cortazar, etc. “Los chilenos teníamos un lobby tremendo”, es decir existían redes de personas importantes, con poder, intelectuales, artistas de prestigio, que colaboraban y apoyaban la causa de la “resistencia chilena”. La curiosidad de unos por otros era en los dos sentidos: “Raúl Ruiz decía que llegó a Francia y observó a los europeos con ojo chilote”. “antropología a la inversa” Hubo muchas revistas, la mayoría duraba no más de tres números. O se creaban publicaciones como registro de recitales, congresos y encuentros. Además hubo varios centros culturales latinoamericanos financiados por la solidaridad europea que publicaron folletos, boletines, periódicos (de manera irregular o temporal). Gran parte de esos numerosos centros que existían en Europa estaban integrados y dirigidos por chilenos. La causa chilena era la punta de la lanza de la causa latinoamericana, porque el exilio chileno tenía más impacto por su contingencia y organización, lo que permitía impulsar movimientos solidarios más amplios. Revista Fosa Común: tres números (no más de treinta ejemplares cada vez). La búsqueda de la identidad fue un tema central en la producción político-cultural del exilio. Esa preocupación por “quiénes somos”, “qué es ser chileno”, significó mucho en el contexto del destierro. Los movimientos de la solidaridad internacional se impulsaban mayormente desde instancias políticas. El objetivo siempre era hacer llegar plata a Chile, a las redes de oposición interior, a través contactos clandestinos del “interior” y “exterior” Gustavo había tenido desde el golpe, la idea de hacer una revista político-cultural, pero faltaba la infraestructura para acogerla. Por otro lado, el Partido Comunista de Chile constituía la institución del exilio más organizada, y dentro de ella, las Juventudes Comunistas tenían una revista cultural, Canto Libre, pero según Gustavo, que era “muy mala”. Él les ofreció encargarse de la edición, y le dieron la dirección, con el objetivo de “tirarla para arriba”. Canto Libre se difundía por toda Europa y llegaba a Chile, circulando en las redes de la oposición y de la militancia del PC. Era una publicación alternativa muy vinculada a la Nueva Canción, movimiento musical muy vinculado a la Unidad Popular. Gustavo Mujica, sin ser militante, pertenecía a la Comisión de Cultura del exterior de las Juventudes Comunistas (JJCC), y dirigía Canto Libre. Se alejó del PC, y renunció a ser director de Canto libre, a principios de los años 80, después de la intervención militar soviética en Checoslovaquia, apoyada por el PC chileno. La publicación se realizó gracias al apoyo solidario del sindicato francés de Correos y Telégrafos, quienes imprimían la revista. Muchos intelectuales y artistas chilenos en Europa participaron en la revista, cuyo principal objetivo era recuperar y mantener “nuestra identidad”, como resistencia político-cultural. Estaba dirigida especialmente a un público juvenil “diaspórico”."

1 comentario:

Asunción Aldunate dijo...

La historia del exilio de los chilenos en Paris me parece deliciosa, conozco de cerca una historia familiar. Por ser de otra generación tengo otra percepción. Lo interesante es como se cuenta.