miércoles, 22 de junio de 2016

DIASPORISMOS

(Paris 1985) Hablar de la actual poesía chilena es decir algo de la poesía en general pues lo chileno, árabe, sudafricano o cualquier identidad cultural o nacional, es solo un instante del poeta. En general la conciencia nacional se ha dado en un período de liberación, a sido reacción al colonialismo, a la ocupación, a una situación revolucionaria o regresiva. Chile ha pasado por casi todos estos períodos. "Lo nacional" generalmente es una causa utilizada oportunistamente por un amplio espectro político. Hay que remarcar que la identidad nacional en nuestro país es más precoz que en otras naciones adolescentes. Nuestra nacional tradición poética, es una de las más importantes de América. El poema épico "La Araucana", el romancero oral que dejaron los conquistadores y que fue desarrollado (y ahora extinguido), una rica lira popular (que habría que recuperar), una historia poética avisada de las vanguardias del siglo 19 hasta llegar al modernismo, ya más independiente e hispanoamericano, demuestran que la poesía chilena es una presencia real e importante. Pero el proceso de identidad o diferencia no excluye en ninguna poesía nacional, influencias exteriores, el intercambio continuo: Neruda descubre muy joven a Tagore y hasta lo plagia, dicen las malas lenguas. Los surrealistas chilenos se carteaban con Breton; Nicanor Parra influencia a los beakniks, o al verres, no sé cómo. Juan Emar se infiltró fácilmente, como Huidobro, en la vanguardia francesa. Entonces lo nacional es solo parte en el proceso de los poetas: el localismo en la poesía lárica de Jorge Teillier o en los poemas de Pablo de Rocka son solo aparentes. De hecho, Teillier es uno de los poetas más traducibles de Chile. Muy “larico” será, pero es universal. Es cierto que existe un fenómeno poético en Chile, la poesía aquí tiene prestigio, levantas una piedra y encuentras un poeta, o levantas una piedra y allí otro poeta. Entonces nos inunda una visión de conjunto. Todo empeño antalogador es antojadizo, es un muestreo de los más mentados y cuando más, una identificación entre cómplices que una serie de encuentros, revistas, talleres, antologías, capillas académicas y de criticocracias. Estas lecturas no logran más que afirmar el carácter endogámico a la vez que disperso de la poesía y de los poetas. Existen algunos intentos serios y muchísimos muy menores, de registrar la producción poética chilena, con referencias obligadas a no más de cinco "clásicos", (dos nóveles) que llegan forzadamente a las voces de los años 6O, que el poeta Waldo Rojas denomina,"promoción emergente", definición ambigua pero que ya liquida el clásico esquema generacional. La "Promocion emergente", apartir de los 60-70, con ya algunos Premios Nacionales, alcanza a ser leída, escuchada y antologada un poco antes de la caída de la Unidad Popular. Esta última debacle implica un silencio momentáneo de los poetas y una posterior emergencia extraordinaria a todo nivel, que niega subterráneamente lo que se llamó en un instante "el apagón cultural", idiotez que se le ocurrió a algún apagado. Los poetas de oficio, se vieron sumergidos por coros de poetas circunstanciales. Se produjo una confusión de criterios tal, que se demoró mucho en limpiarse la paja del trigo, tanto en la producción de la diáspora como en el "exilio interior". Es a partir del 73, con un climax de represión, de censura y autocensura, que se confunden "promociones" en que la causa de la poesía es más importante que la ruptura poética entre una promoción y otra. La poesía fue resistencia por su mera existencia, no solo la poesía declamatoria y circunstancial, sino TODA la poesía. Humildes revistas publican a cientos de poetas no solamente chilenos. Más allá de ese contexto político, el más oscuro de la historia chilena, creo que existe la cuestión que, con toda esta tradición poética tremenda, los aspirantes a vates tienen que continuar, aportar o romper con la tradición. La poesía no se refuta como la ciencia o la filosofia. Pero igual, los parracidios o pablocidios que acontezcan, tienen el techo (cielo) poético de los viejos, muy alto. Más allá de un edipo o anti-edipo poético, los vatecitos de este nuevo siglo, igual si son ignorantes, tienen sobrecarga de referencias, tenemos, pues vivimos en una revolución de las comunicaciones y de trememundas referencias no literarias. A pesar del encadenamiento de "promociones" a partir de los 7O, de la precaria lectura y crítica de poesía en un país de poetas, ya se sospechan rupturas: más allá del sacrosanto historicismo, de lecturas comparativas, de respeto o no a la tradición, es indudable la identificación de obras que se desmarcan del lote. La continuidad de la “poesía chilena” pasa a ser mera convención que acomoda a los antologadores. Una otra lectura tendría que tomar en cuenta los nuevos emergentes culturales o al menos, estar al tanto de la revolución continua que se da en las ciencias sociales, en las ciencias y tecnología, y fundamentalmente en lo audio visual y en la música. Las influencias extra-literarias predominan también en Chile, quizás a partir del vuelo de Gagarin y con la revolución de los nuevos "medias". La sola novedad con respecto a los poetas anteriores, es un cosmopolitismo generalizado en los jóvenes: ya todos salieron de la provincia por diáspora violenta o por conexion con la "aldea global" desde nuestros barrios reprimidos. A excepción de Neruda, Mistral, Huidobro, Juan Emar, otros pocos, los poetas chilenos no han sido cosmopolitas. Neftalí Reyes, fue toda su vida un sureño y su primer gesto extraterritorial, fue la de elegir el nombre checoslovaco de Neruda. "Quien salió de su tierra sin saber el hondor de su aventura, al desplegar las alas, el mismo no sabía que vuelo era su vuelo" V. Huidobro Breton cita eso de "dime con quien andas y te diré quién eres" Sacar cuentas de con quien ando para saber de quien soy es difícil, cuando mi "promoción" poética se dispersó por el mundo y esta condición es solo el común denominador de algunos poetas: la situación de diáspora. Están en dispersión incluso los que están encerrados: un contexto histórico crítico, represiones, exilio, situaciones límites, causan la expansión, la diáspora física y mental, por lo tanto la dispersión de la escritura. O quizás el retorno al barrio, a alguna territorialidad, a una identidad lingüística otra, que igual ya es cosmopolita, global. Mi objetividad, basada en OTRAS experiencias es coja, en realidad estoy en un proceso subobjetivo. Después de la llamada "promoción emergente" de los 7O, podríamos inventar la "Promoción dispersa" de los 8O, la "promoción retornista" de los 9O etc., con una serie de argumentaciones que agregarían mas paja a lo que en el fondo es un seudo ordenamiento gregario contrario a una experiencia poética que fue siempre individualista. "Los dispersos" pasan a ser cosmopolitas dolorosamente. La confrontación con otros códigos culturales obligan en algún momento a una territorialidad (recuperación de lo nacional o barrial) o a una extraterritorialidad que no significa asimilación. Escribir en español en Francia o Suecia es un doble exilio. El lector o público natural es un getto o está lejos, pero esta cuestión, bien problemática para el poeta pasa a ser secundaria e incluso más, es un estímulo para asumir una soledad necesaria. El "doble exilio", en el punto de un hilado fino, en su más rigurosa poética, obliga a una revisión interior, rompe los esquemas de los años sesenta, del izquierdismo vulgar, (cuya inercia dura los 70, los 80 y hasta hoy). La consecuencia es una reivindicación del sujeto (no el vulgar yoismo). Lo subjetivo ya no es hereje o reaccionario, es incluso la psicoterapia contra el colectivismo decadente. La dialéctica del "diaspórico", si aún es dialéctico, pasa a ser un foquismo, guerrilla interior, continuo y desesperado, en que el medio escritura (poética), es el fin: El proceso es el mensaje. O si existe un objetivo meramente anti-metafisico, este, de todas maneras es alegórico, simbólico. Finalmente lo que te dije, es el punto de apoyo de un universo bricoleáo, o de un universo mutado, que se inventa, y nunca, de un universo nuevo. Esta es la desesperación del poeta, descubrir en la experiencia de la diáspora más bien interior, que el mundo nuevo no existe, que quizás haya que inventarlo en las condiciones absurdas de la dispersión post-debacle. El problema de la traducción pasa a ser otro factor importante en este proceso. Todos estos elementos de la dispersión cambian las condiciones del proceso poético y tienen que cambiar las convenciones críticas y de análisis: Desaparecen las referencias nacionales o hispanoamericanas, la identidad poética es ambigua: reitero, un poema palestino podría ser un texto chileno. Un nuevo extraterritorial quedara en una antología por casualidad, porque llego un libro de él publicado en Francia o en Suecia. Quienes son o no son representativos de la última poesía chilena es un asunto meramente azaroso. En la diáspora y en el "exilio interior" existe de todas maneras una suerte de correo endogámico en que diferentes fans, editores, críticos, o poetas emprendedores, se comunican sus publicaciones y textos. Lo esencial es dar señales de vida. Contra la dispersión están los empeños convocatorios y pequeños territorios literarios: Aquí creo que la mejor consecuencia de la dispersión son ciertas obras concebidas como un Todo. Nadie niega el carácter de hito histórico del aplastamiento de la Unidad Popular en 1973. No existe un solo habitante en ese flaco país que no haya sufrido consecuencias. La poesía después de siempre ha estado marcada por convulsiones. Pero existen poetas marcados por un hito otro que una convulsión social, incluso en Chile o Sudáfrica, y estas excepciones en vez de confirmar la regla, salvarán a la poesía de análisis fáciles. Aunque en Chile hubo un triste hito que va a determinar de una u otra forma las lecturas sacadoras de cuentas, la apreciación de la poesía es de un más amplio espectro, más cuando negamos una tendencia en la poesía actual chilena, como la negamos en la poesía en general. Solo es evidente la convivencia circunstancial de soledades. A la espera vana de más lectores, la poesía debe asumir su soledad, que al fin de cuentas la confirma como la más libre de las expresiones, en un instante de "hoyo negro" del arte en general, industria cultural que le llaman. La poesía tiende a desaparecer dice Paul Celan. Los poetas ya son esos "hombres libros" de "Farenheigh 451", la última resistencia ante "Big Brother". La deshumanización por los emergentes tecnológicos, la neutralización del individuo por una cultura envasada han sido impuestas hasta en la ultima aldea del mundo: la poesía es la última conciencia de "la Galaxia Guttemberg" que se ya se autodestruye. Y esto en Francia, en Sudáfrica o en la quebrada del ají.

jueves, 12 de marzo de 2015

PODÉTICA POLÍTICA ( A la manera de Roque Dalton, Bertolt Brecht , Bruno Vidal y otros camaradas, sola mente qe menos loca l.) 1 “La corrupción* es intrínseca al capitalismo. Sin corrupción no existiría el capitalismo”. (Vate Verde) El Neoliberarismo versus Socialdemocracia, ambas tendencias globales: ¡obsoletas!, como la antipoesía, como Nicanorcracia local, como las máquinas de escribir, como lo fax, los automóviles, el ritual matrimonial, ¡obsoletos! Como mi teclado, o mi pipa al agua, los ascensores, los huasos, el pachulí, lo repoblicano, lo güashaca, lo New Age, colectivos de mercancía espiritual, o ventas de si mismo, con recetas idiotas de emprendimiento, liderazgo, en fín: ¡OBSOLETOS! II Y esos que te dije, los innombrables, ya saben que ni controlan el mundo porque transigen con las multiterritoriales (excepto la Nicanorcracia) Se bajan los pantalones los diseñadores del neo exclavismo, esos corruptos very sofisticados, los vampiros de la Humanidad, que necesitan guerras, mucha sangre, para perennizarse gota a gota. III ¿ Qeaser?, dixit Lenin (también obsoleto) “Quizás ya germina una Utopía Realizable, entre la chusma del orbe…” (colectivo Hasta la Coronilla) EPI LOGOS De las múltiples versiones de historias, de la HISTORIA, de nuestra Humanidad, sin duda existen varias, o alguna, que se repiten (e), en estos precisos momentum. (Conclusión del Colectivo Comité de Ancianos) Notas: • Del concepto corrupción, según la RAE, elijo esta: 4. f. Der. En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. • Traducción de mi subojetividad: (connotación 7ª): Corrupción: en colectivos de familias, clanes, sectas, religiones, partidos políticos, Asociación de escritores, TELETON, Hogar de Cristo, Club de Polo, etc., si sus gestores gestan para sí mismos: CORRUPCION.

lunes, 9 de febrero de 2015

"Entrevista a Gustavo Mujica" Nota: una estudiante francesa de literatura, interesada en revistas del exilio chileno para una tesis, me entrevistó, de parte del Museo de la Memoria. La actual académica, que lastimosamente su nombre se me traspapeló, me envió esta "Entrevista a Gustavo Mujica", sin que yo le corrigiera ni una coma. La descubrí, por cazuela, entre mis archivos. Por su carácter de "petit histoire", y para recordarme como posible antecedente de "Anécdotas de un Bricoleur", mío proyecto escritural obsesivo, "lentejamente" en proceso, publico esta cartesiana entrevista, en la cual evidentemente la tesista se centra en su tesis. "Este documento transcribe una entrevista a Gustavo Mujica realizada en su departamento en Santiago de Chile el 24 de Mayo de 2011. Presentación del entrevistado Gustavo Mujica, poeta y editor, estudió diseño industrial pero ejerció poco este oficio. Salió de manera voluntaria, seis meses antes del golpe de estado del 11 de septiembre, evadiéndose del clima de tensión omnipresente: “preví el golpe”. (¿Quien no?, nota del entrevistado) Se fue a España, luego a Francia, desde donde se enteró (sin sorpresa, Nota del entrevistado) del derrocamiento de Salvador Allende. Allí trabajó como recepcionista nocturno de un hotel, como pintor de brocha gorda, bricoleur, y carpintero para intelectuales franceses. Era de moda, en los movimientos progresistas, “tener un chileno protegido”. Se benefició del apoyo y respaldo de varios franceses del medio intelectual. Cuando estuvo sin trabajo, con subsidio de cesantía, se dedicó a ser imprentero de la comunidad latinoamericana en París, y a la edición de libros. Publicó especialmente poesía de sus pares, siempre ilustrada por artistas chilenos, con una imprentita que le regaló su ex jefe de una agencia de viajes que quebró. Creó Ediciones GrilloM, se dedicó y dirigió la revista Canto Libre. No tenía prohibición de ingreso a Chile, y pudo entrar al país dos veces durante sus 20 años de exilio, a presentar sus publicaciones en París. Retornó a Chile después de la vuelta a la democracia, con la elección de Aylwin. El país de acogida se elegía por circunstancias. Si uno tenía contactos que podían facilitar el traslado por ejemplo.(Esto no lo dije, Nota del entrevistado) Las redes de la diáspora cultural se constituían en torno a eventos como las ESIN, donde llegaban escritores, poetas, intelectuales de todos lados, autores ya conocidos y jóvenes emergentes inéditos. Así, los nexos entre exiliados chilenos no se limitaban a una ciudad ni a un país; había contactos al nivel de Europa, y más allá. En eso, las revistas culturales tuvieron un papel relevante: permitían ubicarse, conocer, saber lo que hacían, donde estaban sus pares. Una cosa “medio endogámica” decía Gustavo Mujica, “unirse porque éramos todos chilenos”. El término “literatura del exilio” es controversial porque muy amplio: abarca temas, formas de expresión distintas. Hubo por ejemplo literatura testimonial, cuya narrativa era más posible de publicarla evidentemente en el exterior. Lo que fue literalmente la literatura de las vivencias del exilio, representa solo algo del quehacer cultural de los escritores expatriados. Una de las principales motivaciones de esa creación, más allá del exilio, fue la necesidad de una resistencia cultural, la voluntad de mantenerse vigente, de participar en la lucha de Chile en contra de la dictadura. El impacto del golpe de estado fue muy fuerte entre los intelectuales europeos, casi todos ex 68, quienes vieron en la Unidad Popular la posibilidad de una vía democrática hacia el socialismo. Por eso la solidaridad a los exilados fue inmediata. Se dio acogida a intelectuales, políticos, artistas chilenos, también por curiosidad e interés por la experiencia histórica que fue la UP y su brutal fracaso. Por otro lado, la influencia europea en el quehacer cultural y el pensamiento político de los exiliados fue significativa: a nivel político, varios dirigentes izquierdistas se volvieron socialdemócratas. Gustavo Mujica prefiere hablar de diáspora más que del exilio, un concepto que expresa esa “dispersión por el mundo”, y que permite, en cuanto a la cultura, hacer un paralelo con la diáspora judía, en la medida en que el destierro y el encuentro con otras realidades incentivan la creación y la preocupación por el tema de la identidad. Por ejemplo, en París, crearon un diccionario de los garabatos chilenos, el “Glosario del amor chileno”, libro actualmente con tres ediciones, “corregidas y aumentadas”, que considera las “malas palabras”, como patrimonio nacional. Para Gustavo, el período europeo fue “iniciático”, ya que le permitió encontrarse con intelectuales “peso-pesados”: normalianos franceses, el poeta Jean Tardieu, con el “último surrealista”, el poeta judío-rumano-francés Yerasin Luca, con los poetas Beaniks norteamericanos, como Ferlinguetti, o latinoamericanos como Julio Cortazar, etc. “Los chilenos teníamos un lobby tremendo”, es decir existían redes de personas importantes, con poder, intelectuales, artistas de prestigio, que colaboraban y apoyaban la causa de la “resistencia chilena”. La curiosidad de unos por otros era en los dos sentidos: “Raúl Ruiz decía que llegó a Francia y observó a los europeos con ojo chilote”. “antropología a la inversa” Hubo muchas revistas, la mayoría duraba no más de tres números. O se creaban publicaciones como registro de recitales, congresos y encuentros. Además hubo varios centros culturales latinoamericanos financiados por la solidaridad europea que publicaron folletos, boletines, periódicos (de manera irregular o temporal). Gran parte de esos numerosos centros que existían en Europa estaban integrados y dirigidos por chilenos. La causa chilena era la punta de la lanza de la causa latinoamericana, porque el exilio chileno tenía más impacto por su contingencia y organización, lo que permitía impulsar movimientos solidarios más amplios. Revista Fosa Común: tres números (no más de treinta ejemplares cada vez). La búsqueda de la identidad fue un tema central en la producción político-cultural del exilio. Esa preocupación por “quiénes somos”, “qué es ser chileno”, significó mucho en el contexto del destierro. Los movimientos de la solidaridad internacional se impulsaban mayormente desde instancias políticas. El objetivo siempre era hacer llegar plata a Chile, a las redes de oposición interior, a través contactos clandestinos del “interior” y “exterior” Gustavo había tenido desde el golpe, la idea de hacer una revista político-cultural, pero faltaba la infraestructura para acogerla. Por otro lado, el Partido Comunista de Chile constituía la institución del exilio más organizada, y dentro de ella, las Juventudes Comunistas tenían una revista cultural, Canto Libre, pero según Gustavo, que era “muy mala”. Él les ofreció encargarse de la edición, y le dieron la dirección, con el objetivo de “tirarla para arriba”. Canto Libre se difundía por toda Europa y llegaba a Chile, circulando en las redes de la oposición y de la militancia del PC. Era una publicación alternativa muy vinculada a la Nueva Canción, movimiento musical muy vinculado a la Unidad Popular. Gustavo Mujica, sin ser militante, pertenecía a la Comisión de Cultura del exterior de las Juventudes Comunistas (JJCC), y dirigía Canto Libre. Se alejó del PC, y renunció a ser director de Canto libre, a principios de los años 80, después de la intervención militar soviética en Checoslovaquia, apoyada por el PC chileno. La publicación se realizó gracias al apoyo solidario del sindicato francés de Correos y Telégrafos, quienes imprimían la revista. Muchos intelectuales y artistas chilenos en Europa participaron en la revista, cuyo principal objetivo era recuperar y mantener “nuestra identidad”, como resistencia político-cultural. Estaba dirigida especialmente a un público juvenil “diaspórico”."

martes, 26 de agosto de 2014

El niño del Metro (de Anécdotas de un bricoleur)

Al “Lágrima de Cocodrilo” me lo encuentro en el Boulevar Saint Michel, al ladito de la pileta, frente al Sena. A Ariel lo motejaron así la camarilla autodenominada “Comité Gracias a la Junta que he viajado tanto”. Ni les digo quienes conformaban esta sarcástica camarilla de artistas chilenos, todos ahora “consagrados”. Él andaba buquineando, escarbando libros de ocasión en los stand en las orillas del Sena, en el centro de París, ese territorio que nunca ha superado la nostalgia sesentaiochiana. Ariel Dorfman ya lo logró como escritor de exportación, lo que le valió ser estigmatizado como un “profesional de las becas” en El Mercurio por Jorge Edwards. No sé porque ciertos autores y artistas se “pisan la manguera entre bomberos”(dixit Raúl Ruiz) Dorfman me transmite de un tal “Comité Defensa de la Cultura”, del que evidentemente yo pasaba a formar parte en ese preciso y precioso instante. El inaugural Comité se reunía próximamente con intelectuales franceses, para analizar un qué hacer. Respecto a Pinochet, evidentemente. Para que sepan, dicho Comité y su patudo nombre, era una copia de la experiencia anti-fascista que inventó André Malraux durante la guerra civil española. El anzuelo del evento, para los intelectuales latinoamericanos y franceses solidarios, era la asistencia de Julio Cortazar, el nexo natural, en tanto que escritor más parisino que argentino. El prestigio de Cortazar, suerte de Pater Familia de la colonia exilada en Francia, le daba relevancia y glamour al encuentro. Yo andaba con “caña”, “ángel en mal estado” (dixit Roque Dalton), aterrizando de una juerga, celebración del logro de haber terminado la pintura brocha gorda de un departamento en el barrio judío de Le Marais. Tal vez me sentí importante por esa invitación de Dorfman, entonces registré el asunto en mi meollo, aún con una resaca incómoda. Me cegaba el sol primaveral parisino. Confieso que fui al Encuentro con el objetivo de pasarle un libro artesanal a Cortazar. El libro “Deatráspicaelindio”, ilustrado por los pintores Germán Arestizábal, Sotelo y Irene Domínguez, es una suerte de collage o antología poética, a partir de nuestras nostalgias de exilados. En principio fue un encargo de amigos franceses que nos pidieron “un paisaje poético de Chile”. Seguramente nos demoramos mucho en este encargo, posiblemente financiado, pero los intentos de traducirlo fueron imposibles. Igual, como nos adelantaron una cosita poca de adelanto, con el pintor Arestizabal seguimos de largo, y este caro empeño finalmente logré imprimirlo en un mimeógrafo que compré por mil francos a unos anarquistas de La Villette, periferia proletaria de París. Hice a mano siete ejemplares como acordeón, es decir pegando las hojas una a una por sus bordes, con scoch. Pues en ese mimeógrafo, no me atreví a imprimir tiro-retiro. Quedó como ciertos libros chinos, pero evidentemente muy artesa. Al menos uno de estos ejemplares llegó a Cortazar, otro a Yerashin Luca, poeta de miedo, el último surrealista, que consideré mi maestro. Ese libro acordeón lo agarró mi cumpa actoraso Sergio Hernández, y otro fue destinado a Raúl Ruiz, en los instante que filmaba “Diálogo de exilados”. Tengo un ejemplar, que me he negado a reeditar pues lo encuentro horroroso, aún cuando fue mi segunda poética colectiva, y en una de pocas reseñas, del académico X, en una publicación en Venezuela, lo pone al lado de la “Nueva Novela”, de Juan Luis Martínez, en el sentido de obra intertextual, en donde la autoría es ambigua, la poética es simplemente una combinatoria de citas. Asistir a esa reunión que les dije, además tenía como objetivo de pedirle a Cortazar un texto inédito para una revista que se cogitaba en esa época. El poeta Lawrence Ferlinguetti, que en unas copas y pitos por el barrio Le Halles, me había nombrado editor en español de una revista trilingue de su mentada editorial, City Lights Booksellers & Publishers, iniciativa cosmopolita de los Beatnik, o generación Beat, que Ferlinguetti quería expandir desde París. Solamente tenía que lograr, conseguir un inédito del Gran Cronopio. La editorial de los beatnik´s lo quería. Así como ellos le dieron pelota a Nica Parra, quizás por ser traducible al inglés, por lo pop de sus versos. En fin, tenía dos pretextos para asistir al Encuentro franco-latinoamericano. Los dos objetivos apuntaban a Cortazar. No recuerdo exactamente el lugar del Encuentro, creo que era cerca de la Place d’Italie. Llegué un poco tarde, salvándome de unos cuantos discursos. El Pater Cronopio, muy sobresaliente por su porte acromegálico, estaba inabordable, evidentemente incómodo, rodeado de unos seis personajes. Recuerdo dos señoras gordas por lo gordas. Todos le hablaban al mismo tiempo. Al acecho pensé, esto es idiota, mejor llamo a un Cronopio amigo, muy cercano de Cortazar, le pido el teléfono privado de mi admirado patafísico, lo arrivo privadamente y ya. Pero, como fans tozudo, seguí al acecho sapeando el momento preciso de entregarle nuestro sacrificado libro lo más discretamente posible. Para que les digo, me creí un “correo” de alguna novela de John Le Carré, que tuviera que si o que sí, entregar una información clave para ganar la guerra. Entonces, en un segundo clave en que se produjo una brecha, por causa de una exquisita francesa que repartía vino, los sedientos intelectuales franceses y latinoamericanos deshicieron la cortina de hierro. Cortazar con cara de alivio, se ve un segundo solo. Allí lo abordé, aplicando la técnica del “hombre transparente”, que consiste en confundirse con los muebles o el entorno cósico, ser nadie. Me acerqué como un felino opaco borgiano. Ciertamente le dije atropelladamente alguna idiotez. Me miró a los ojos, e imagino ahora que captó a un petit Cronopio. Yo estaba más conciente de su dolor personal, que del Encuentro Inaugural del Comité de Defensa de la Cultura. Alcancé a entregarle el libro “Deatráspicaelindio”. Lo empezaron a rodear de nuevo. Un profesor narigón argentino me pega un codazo en las costillas para desplazarme. Me replegué de la manada políticamente correcta. Me retiré del lugar como vine, como el “hombre transparente”. Aparte del poeta Waldo Rojas, que me encantó que llegara con su famoso quiltro chileno, el “Chuma”, exportado a Francia. Aparte de ser cómplices tácitos, chocamos nuestras copas, no vi a nadie que me interesara ni se interesara en mí. No había Cronopios, quizás alguno debajo de una mesa u otro escondido en un jarrón. Había solo ex Cronopios mutados en Famas. No los juzgo. El crepúsculo de ese circo me obligó retirarme adelantado. Me demoré en descubrir el Metro. Había cumplido mi objetivo a medias. Se me había olvidado, o no me había atrevido, a pedirle a Julio Cortazar un poema inédito para el proyecto de revista trilingue de City Ligh, del chivo Ferlinguetti. Bajé al Metro. En eso craneé trampear, confieso, ofrecerle a Ferlinguetti una traducción que tenía bajo el poncho de un poema aleatorio de Cortazar, ya editado, apostando que el poeta gringo no lo conociera. Yo estaba informado que el Gran Cronopio detestaba su intentos poéticos, como varios narradores cototudos. ¿A quién no le vacilaría la posibilidad de ser el editor sudaca de City Ligh en París? Ya en el andén, un silencio sepulcral me interrumpió. No era tan tarde, estaba anocheciendo arriba. El Metro no tenía ruido. El subterráneo estaba vacío. Asunto raro para un idiota día creo que lunes. A esta hora crepuscular es normal que nuestra raza himenóptera se apresure por los subterráneos con un movimiento perenne y un civismo gris. Ahora no existía vida en el Metro. O quizás en esta estación no subían los asalariados. Me abrazó un frío. Andaba con mis anteojos para lejos, que no necesito para el computador. Entonces en el Metro absolutamente silencioso y vacío, atisbo otra persona a unos treinta metros. Con el instinto atávico de los pájaros, me acerco a mi semejante. Somos los solos dos únicos seres humanos en este Metro subrrealista, esperando que llegaran los carros. A medida que me acerco a la silueta, enfoco un abrigo largo, a un tipo corpulento. Naturalmente me mira. Era Julio Cortazar. Recuerdo que saqué cuentas. ¿Cómo? Si lo dejé absolutamente sitiado. ¿Cómo se escapó? Soy testigo que lo vi muy requerido. ¿Cómo llegó aquí antes que yo? Me tinca que Che Cortazar tenía previsto escapes, túneles, salidas secretas de otras dimensiones, que le permitían desplazarse por vías patafísicas, arrancarse de compromisos latosos. Seguro que tuvo un secreto que se llevó al Cementerio de Montparnasse. Supuse que me tenía en su entrenada retina hace rato. No me atreví a preguntarle cómo se había escapado de la inauguración del “Comité de Defensa de la Cultura”. Sospecho que también conocía la técnica japonesa del “hombre transparente”, que lo más cercano en el ámbito guerrero o de sobrevivencia, es el camouflage. Tenía mi libro bajo el brazo. Le conté que aquel era un libro colectivo de artistas chilenos. En los minutos de espera del Metro, gentil lo ojeó. Con su ojo clínico se detiene en la página de un poema futbolístico. Ubica perfectamente al Colo Colo. Algo le comento del vicecampeonatismo crónico de los chilenos. En eso llega el Metro. El ruido de sus frenos me tranquiliza. El metro también iba medio vacío. Nos sentamos naturalmente juntos. Me bajó una timidez idiota. Igual le pregunté que le parecía el mentado Comité de Defensa de la Cultura. Me respondió que intentaba después de años que la colonia latinoamericana en París hiciera causa común. En el asiento a la espalda de nosotros iba un niño con su madre. No recuerdo la edad, pero tenía esa molestosa energía de niño y nos interrumpió. Parado en el asiento y pendejeando hacia nosotros, le llegaba exactamente a la altura de la nuca de Cortazar. Seguramente impresionado por su porte, le golpea la espalda como quien golpea una puerta y le pregunta de sopetón, - Qui est tu? El grandullón se da vuelta y con una sonrisa le responde: - Moi?...Je suis Julio. En mi fuero interno me dije, pendejo de mierda. Giro la cabeza buscando la mirada de su madre para que le parara el carro. Ella solo mira al chiquillo y le sonríe a Cortazar. El niño me aguaba el encuentro. Presencié algo así como el siguiente ping-pong, en francés evidentemente: - ¿Qué haces tu? - ¿Yo? Yo soy escritor - ¿Porqué? - Porque me gusta escribir - ¿Porqué? - Porque aprendí a escribir A estas alturas de la entrevista, la madre, típica francesa de suburbio, se cubrió con recato la boca y se rió como una laucha de la patudez de su nene. Se calmó mi emputecimiento por la interrupción del cabro de mierda por la sospecha, después la certeza, de que el niño me representaba, era yo. Hacía preguntas que habría echo si me hubiese atrevido. Coincidimos bajándonos con Julio Cortazar en la estación Chatelet. Como volviendo a la dimensión de la realidad real, los subterráneos de esta estación neurálgica tenían un tránsito normal de ciudadanos(as) grises volviendo a casa, un par de vietnamitas tocando violín, una diosa barroca que pasa soplada en patines. Me despedí del escritor. Grabé en mi meollo, el “hasta siempre” que me dijo.

domingo, 23 de febrero de 2014

Basura Hubo en los ochenta, unos sociólogos franceses que analizaron basuras. Recogían, clasificaban y analizaban basuras de algunos grupos objetivos de su interés. Aplicaban a su manera la papa del estructuralismo. Me hizo sentido, porque, como “medio pollo” (reemplazante) en período de vacaciones de un concierge español, controlé la basura de un edificio burgués, a la orilla derecha del Sena en París. Tres días a la semana, una de mis funciones era botar la basura de mi edificio. Es decir, arrastrar a la calle dos basureros de plástico negro, de unos doscientos litros de capacidad. Al botar dicha basura, me di cuenta que el dueño del edificio, a ese que le llegaba el ascensor directamente a su último piso, recibía varios diarios y revistas, como Le Figaro, Le Monde, L’Express y ene publicaciones. Quizás era un accionista o un avisador importante de aquella prensa. Y este personaje poderoso, dueño del edificio, botaba sin leer, sin ni siquiera sacarle la etiqueta, a esos diarios y revistas enrollados. Toda esta información iba a dar a la basura, virgen, inmaculada, no leída ni trajinada. Entonces yo estaba muy informado de lo que pasaba en el mundo, desde el punto de vista de esa prensa. Una dama del cuarto piso, botó aparatos para adelgazar, sin uso, apenas desenvueltos, seguramente porque no entendió las instrucciones. Nadie entiende las instrucciones para usar aparatos vendidos por correo o ahora, venta electrónica. Son los típicos artilugios que se enchufan y vibran. En fin, al menos la basura parisina me informó alguna cosilla antropológica de ciertos parisinos, y posiblemente de algo global. Es más, me ofrecieron trabajo para armar estos aparatos adelgazadores. Oportunidad de trabajo que rechacé, pues allí yo fracasaría, ya que nunca logré el ritmo de una cadena Tayloriana. Tiempo después leí que un estudiante newyorkino escarbó las basuras de Bob Dylan y, EUREKA, rescató alguna canción desechada y descubrió que al cantautor le gustan mucho las pizzas. Se me pasó por el meollo, con mi pequeña experiencia de analista de basuras, ¿quiénes serían interesantes de revisarles sus deshechos en Chile?, Que valga la pena, me dije. Como para sacar conclusiones sociológicas cochinas evidentes o descubrir alguna joyita esperanzadora…

martes, 3 de diciembre de 2013

Santos bebedores 1 La amistad de los alcohólicos es más que la amistad. Valga esta afirmación borracha para empezar. Lo puedo demostrar, no solo con anécdotas personales. La solidaridad de los etílicos es emocionante. Los santos bebedores son capaces de compartir la última gota de vida, de alguna botella desesperadamente vacía. Igual, los más desmedidos se trampean entre ellos. Aunque dicha chuecura está prevista en nuestra complicidad. Pero existe equidad en el compartir copas entre los precarios, me refiero a cuando andamos corto de billete. Y pasa, me ha ocurrido, un bohemio recién conocido, me ha dado dinero, no necesariamente para seguir libando con él. Aún no he logrado hacer la misma buena acción, con otro etílico, amigo o no. Me debo esto, darle plata a alguien, a pito de nada. 2 Tengo registrado en mi meollo inexacto a los curaditos parisinos, esa cultura etílica cosmopolita, que son una institución, cuyo eje territorial es el Sena, o algunas estaciones del Metro, las más laberínticas. Esos simpáticos o insorpotables clochart, que Henry Miller se creyó uno de ellos. Se definen a si mismos como gente malhereuse, infeliz. Lo sé, pues varias veces conversé con algunos. Mis infelices viven en la calle y en galerías subterráneas, al margen de la realidad programada. Esta comunidad ya universal, poco estudiada sociológica o antropológicamente, excepto en indicadores idiotas de vagabundaje o de extrema pobreza, son más complejos. Al menos en París, entre ellos hay filósofos, poetas, aristócratas, ex abogados, ex gerentes, y varios ex guerreros colonialistas, ex de Argelia, clochard fachos, que tienen motivos de sobra para ser lo que son. Pero allí, entre todos mis desgraciados que les dije, tenemos gente interesante, que si compartes con los susodichos, sin decir agua va, te enseñan de la vida, gratuitamente, a pito de nada. 3 “El Ratón”, clochart parisino, ex aristócrata, por los 80, ya era atracción turística. Por el sector Saint Germain-Saint Michel, corazón del Barrio Latino, él atacaba, sorprendía a turistas incautos, en general mujeres, con una falsa rata, de este porte, mostrándola, sacándola sorpresivamente desde su raído abrigo. Performance gratuita, pues este clochart, no ganaba ni una moneda con su “teatro invisible”. Todo lo contrario, las turistas más avispadas le pegaban carterazos a él y a su falsa rata. Era un sofisticado “Conde Clive”. Supongo que le gustaban las reacciones y carterazos. Creo que a todos los alcohólicos que tienen mujer también. En el Barrio Latino de París, los turistas pajarones eran víctimas aleatorias de esta broma tontista. Solo los habitantes vecinos veían su show callejero como una rutina más del barrio. El show del “El Ratón”, es sin duda, un logro autodidacta del “Teatro Invisible”. De hecho, los flics, pacos, policías, ni se molestaban en pararlo. Era parte del ecosistema turístico, entretenía con su falsa rata. El público eventual se carcajeaba en varios idiomas del susto que causaba a sus víctimas. “El Ratón” del Barrio Latino, según averigüé, era un Gurú de una secta esotérica que reivindica a los ratones. Descubrí entre los libreros de la orilla del Sena, una revista llamada RATUS, seguramente editada por dicha secta. Tuve un ejemplar en mis manos, que lastimosamente perdí, como tantas ideas, por culpa de mi irresponsable borrachera. 4 Ebrio feliz o descontento, he tenido alguna verdad en mis manos, pero se me deshizo en mi cerebro. Solo recuerdo que tuve una idea tremenda que perdí, por otra mejor que también se me fue. Benedix Schönflies (nombre auténtico de Walter Benjamin), escribe en un texto computando a los nihilistas: “en cualquier instante, por esa puerta, puede entrar el Mesías”. Según mi lectura, hilando fino o con lana chilota, interpreto esta cita cabalística como que en cualquier barra, en los típicos conversatorios de bohemios, más de alguna verdad trascendente navega y aflora. Y siempre, o casi siempre, nadie se da cuenta. ¿Quién le hace caso a un curado? Yo escuché a uno iluminado: “el hombre es el SIDA del Universo, que dijo. Otro afirmó categórico: “Hoy, es hoy”. Y son pensamientos que no logro refutar. Creo que un común denominador de los alcohólicos, es ser, aparte de nuestro desorden efímero o crónico, o negatividad con el sistema, es ser así por carencia afectiva, (yo no) por causas perdidas, (yo si), por inconformidad, más que consigo mismo, con la humanidad (yo no). O por mero placer bioquímico (yo si). Evidentemente que el copete produce algo en las neuronas, para bien o para peor. Conozco gente, que cuando se frenan, se ponen idiotas. En fin, estas inexactitudes entre otras, nos marcan como no creíbles. No sé si menos mal: a todos los curados, nadie, o casi nadie, les da pelota ni les hacen caso, excepto, claro, a los borrachines consagrados. Me morí de envidia viendo el show del borrachín literato cochino que hizo Bukowski, o el dandi con tufo Serge Gainsbourg, en la TV francesa. Quizás si alguien nos encuestara a los no consagrados, produjera un focus group entre los etílicos creativos anónimos, ya tendríamos, una “utopía realizable”, la solución para este humanístico caos. A los etílicos famosos los utilizan como payasos. Les soportan sus excentrismos y salidas de guión. De eso viven. Ya sabemos que son putas baratas recuperados por la farándula potomoderna. Ya no tienen nada que decir, aparte de vender su patetismo en la perversa TV. Al menos en Francia. 5 “La ignorancia es atrevida”, me decía mi padre, sarcástico, cada vez que yo adolescente “patudo”, “subido por el chorro”, tiraba un juicio, por si pasaba. Me demoré un poco en entender o interpretar este dicho, aparentemente tontista, que constato cada vez más. Un día, en mi “ignorancia atrevida”, lo vi pasadito de copas y un tanto infeliz. Le tiré: - Papi, ¿no será el alcoholismo una psicopatología filosófica? Como que despertó, y me pidió que desarrollara esa intuición. Él me enseñó que la intuición es conocimiento a priori, es decir, saber el cuatro sin el dos más dos. Entonces le confesé, que en una intoxicación adolescente con pisco, ya vomitando mis tripas, mi meollo estuvo aparte de mi cuerpo enfermo, y solo reflexioné cuestiones existenciales o mayores. Mis vómitos eran alicientes para pensar aceleradamente cuestiones trascendentales. Cuando yo era colegial, mi padre psiquiatra me pilló contrabandeando un destilado para los alcohólicos de su Clínica. Me pagaban con chocolates. Esto determinó cambio de residencia de la familia. Obvio, un psiquiatra no puede vivir en familia con sus pacientes. Y perdí las asesorías de esos cultos caballeros con síndrome de privación, en mis tareas de inglés, francés y matemáticas, nuestros canjes de comics, libros de ciencia-ficción. Perdí a mis partenaires de Dominó, Poker, Canasta y Ajedrez. 6 Después de soportar el funeral de Julio Cortazar (febrero 84) en el cementerio de Montparnase, me retiré emputecido, pues el funeral se lo apropiaron los “Famas”. Los “Cronopios”, los auténticos cómplices del escritor, entre ellos un torero, un controlador de aviones, varios músicos de jazz, un ex boxeador sudaca, escritores menores, y este pecho acongojado, presenciamos discretos, detrasito de unas tumbas vecinas, una farándula de VIP y de pseudos VIP. Esta presencia inevitable de embajadores latinoamericanos, de funcionarios internacionales, de políticos políticamente correstos, se pegaban codazos para estar lo más cerca del ataúd, pues había mucha prensa. A los “Cronopios” nos dio vergüenza ajena. Los “Famas”, se apropian hasta de la muerte. Entonces quise ser crítico de funerales. De esta tristeza, se me arregló un poquito el humor en la noche, cuando fui al Bar-Restaurante “La Rayuela” en la rue Saint Sauveur. Paco, el patrón de nuestra picada, esa noche tuvo el gesto poético de instalar en la mesa que ocupó alguna vez Julio Cortazar: un mantel negro, una rosa roja, una copa de vino y una vela. Los habitues tristes brindaban con la animita de Cortazar. Tuve la osadía de borracho de sentarme en esa mesa, respetando la rosa y la copa de vino. Nadie se atrevió a echarme de la mesa fetiche, y hasta recibí algunas condolencias. Esa noche me comporté como viuda. 7 Jorge Teillier, el manso poeta lárico, me citó frente a la Biblioteca Nacional. La razón de la cita era para que me autorizara a publicar “Trenes que no has de beber…”, libro del pintor Germán Arestizábal, quien ilustró extractos de sus poemas. Ambos eran cómplices, soles lunáticos, más que de sus bares, de sus pertenencias, códigos y musas comunes. Eran, pues el vate se nos fue al lar de los inmortales. Teillier, una suerte de Li Po de la Frontera, le importaba un carajo los derechos de su autoría que le pedía. Ya eran de nuestro común amigo pintor. Solo quería compartir un luminoso día santiaguino. Siguiéndole su cuerda, fuimos a un Bar al lado del cerro Santa Lucía. No entrenado yo, recuerdo que llegué a mi casa arrastrándome, como un culebrón, intoxicado con vodka. Constaté en este “encuentro cercano”, con el fronterizo Teillier, que el copete crónico, no es una enfermedad filosófica ni poética. Ni siquiera una enfermedad. Es saudade abisal. 8 Después de mi retorno de París, pos 93, fui varios años parroquiano & contertulio cautivo del Bar “Insomnio”, allí en Bellavista pasadito Purísima. Allí nos reuníamos varios ex parisinos. Hasta que me peleé con su patrona. Picado, la amenacé que toda mi red de amigos no pisaría más ese lugar. Gente que según mi, aportaba glamour a ese tugurio. Ella se burló de mi pretenciosa amenaza. Pero efectivamente coincidió mi deserción de ex cliente, con la decadencia de mi ex territorio bohemio. Allí, produjimos varias muestras de pintura y lecturas literarias. Todos, o casi todos los convocados en esos eventos, ahora suenan, hasta son famosos, en la fauna endogámica de escritores, artistas, audiovisuales, periodistas, otros varios, de nuestro Chuchunco. No los juzgaré de ser “sacos de huevas”, de traicionar la alternatibilidad. Siguiendo la receta farandulera, insinúo, pero no doy nombres, a no ser que me paguen. Creo que la patrona nunca creyó, que más que por la botella, iba por las tetas y ojos de ella. Después adopté (o me adoptaron en) “El rincón Escondido”, en el callejón Rosales, de mi barrio Lastarria. Allí llegaban algunos viudos de el fenecido Bar “El Biógrafo”, pero los patrones son muy derechistas, por tanto, adopté (o me adoptaron en) su vecino “AntroFino”, donde negocié mis consumos y tuve crédito. Cambió de dueños. Tiene el rebuscado nombre de Hookah Troopa Bar. Fui heredado como cliente, con más ventajas. Allí, a veces vendo libros. La inteligencia de los gestores del copete nocturno, es la misma intuición de un editor o poeta nocturno. A este huevón le creo, o a este nica. En eso consiste el prestigio, exactitud o la inescrupulosa de los bohemios en lista negra. Todos, o casi todos mis contertulios, son exactos con sus cuentas a crédito. 9 Los bohemios de los días viernes, desahogando hiperventilados su enajenación, los escucho, y hasta me ofrecen negocios, en mi Bar, en mi oficina o clínica nocturna. Mi oreja estupenda, quizás les ahorra onerosos psicoanálisis chantas. Me sale onerosamente latoso lograr venderles un libro. Losotros, los bohemios crónicos, felices o desgraciados, según el estado de la luna, inconformistas, naturalmente ácratas y nihilistas, y entre mis pares, algunos anónimos maestros, afirmo que tenemos en el corazón alguna verdad irrefutable, la nostalgia abisal que les dije, alguna sabiduría no rentable, la añoranza de la diosa que se esfumó, como el vino tirado a la tierra, como el logos de vida. 10 Logré darle dinero a un recién conocido en mi barra, sabiendo que él hará lo mismo, a pito de nada.

martes, 28 de diciembre de 2010

Río Luminoso

Nota: Van más de treinta versiones deste poema, en unos diez años. No está solucionado. Pero si lo publico es porque le falta poquito (creo). Forma parte del libro inédito "LUCIDESES", (Título tanpoco definitivo)

Río luminoso
Una tan cercana lejanía...
(Walter Benjamin)

Una vez fui a pescar peces al río Duqueco,
al interior de Los Ángeles.
Entonces me ensarté el anzuelo en un dedo
y ensangrenté una piedra redonda
que era como un aereolíto,
por eso lo recogí.

El sol estaba tremendo,
el río Duqueco tan ruiseño,
cuando se cayó mi aereolito en la orilla.
Se me perdió como un pensamiento.
Entonces recogí otra piedra perfecta,
como un huevo de dinosaurio.
Temí que el dinosaurio aún estaba allí.

Solté mi caña de pescar
pues me creí lanzador de bala olímpico:
tiré el huevo pétreo encontrado
a ese mi río luminoso.
O la piedra vuelve a rodar, me dije,
por el flujo que da a la mar,
y nos recuerde el alma dormida,
o se aquiete meditando
en este torrente frágil del estío,
y quizás origine un dique,
que cambie el curso del río.

En fin,
al borde del todo fluido
encontré una tercera piedra extraña:
¡Era aportillada como un picarón!
¡Eureka!, me dije yo.
Encontré una pieza arqueológica,
cuenta del collar de la Giganta de Baudelaire
o rastro de un ancestro que por aquí vivió,
quien quizás rompió un cráneo,
o molió maíz, con ese pétreo picarón.

Como si la piedra fuera un catalejo,
por su orificio redondo
enfoqué la montaña,
de donde rodaron las piedras,
y enfoqué esa orilla extraña
y espié un sauce nervioso,
cuyas guirnaldas lloronas tiritaban
cuando no había ni brisa
y sus sombras bailarinas
entre las piedras del torrente
eran la escritura del sol.



En la orilla del río Duqueco,
al interior de Los Ángeles
a donde fui a pescar peces,
alguna red de piedras
me atrapó por pescador.